Sigue la historia de amor de Milei y Meloni

Autor: Máximo Redondo

Yuyito está recaliente. El la dejó en Buenos Aires haciéndose cargo de su vida insulsa. Sabe que está cortejando a la primera ministra italiana, y sospecha un romance de su segundo presidente novio. Las relaciones pasionales y carnales tienen ese no se qué que confunde y deja dudas eternas. Y cuando se dan en un entorno de poder malsano y desquiciante, acaban como la novela de Alberto y Fabiola.

Hay indicios fuertes de que pasaron cosas entre ellos. Comparten un estilo de frases simples y carismáticas, histrionismo exagerado y valores ajustados al devenir del fascismo de mercado, o son simples gestores del tecnofeudalismo de plutócratas y las grandes corporaciones digitales, estando dispuestos tanto a apoyar como a armar genocidios para que se cumplan sus designios (para eso tienen fuerzas militares, policiales y judiciales, y un gran aparato propagandístico). Cada vez que se encuentran se abrazan con más furor y simpatía, con sonrisas que llegan hasta las orejas.

Ahora él fue a verla y ella le va a otorgar la ciudadanía italiana. La noticia pasmó a Yuyito, igual que a muchos niños y adolescentes nacidos en Italia a quienes se les niega la ciudadanía por ser hijos de extranjeros, pasándole particularmente esto a los africanos y musulmanes. Ella, la atorranta argentina, se pregunta para qué querrá la nacionalidad italiana, si le dijo que cuando termine su gobierno seguramente se va a exiliar en Estados Unidos.

De uno u otro modo, Milei ya está en Roma, donde junto con Giorgia participará del festival de los Hermanos de Italia, el partido mussoliniano de la premier enamoradiza. Durante su primer viaje a Italia en febrero (¿para qué viaja uno a Italia si no a disfrutar el dolce far niente?) le hicieron una entrevista en la TV donde se declaró “75% italiano”, por sus tres abuelos de ese origen, y que es un apasionado de la ópera italiana, en ese rasgo vetusto de su personalidad excéntrica para congraciarse con el mundo de la “alta cultura”, que tanto abunda en la avejentada Europa.  

En cambio, cuando Meloni vino el mes pasado a Argentina, además de abrumarla con salidas a óperas y videos porno, le regaló una estatuilla de él con el gesto energúmeno de la motosierra, lo cual erizó la piel de la europea, y casi llega a un orgasmo sin penetración. Cuentan los que estaban alrededor que un sudor frío corrió por la frente del presidente, y que Giorgia también algo se mojó.

Ya circulan muchas historias de los encuentros entre Giorgia y Javier. Yuyito está cada vez más nerviosa. No quiere creer lo ineludible, lo irreversible. La semana pasada se comenzó a rumorear que su relación estaba acabada, pero ella aún se resiste y lo desmiente categórica. No tiene posibilidades de encontrar otra alma afín con su encanto tan particular.

Entretanto, Milei ya le ha revelado a su par italiana sus gustos caligulescos, que hasta a la misma Meloni le parecieron depravados. La cosa va a seguir amistosamente, con “derechos especiales” de “amigos íntimos”. La suya es una simbiosis única, que simboliza la unión entre pueblos hermanos, que viven y disfrutan del fútbol y de la vida de una manera animalesca.

Son una pareja que se conoció en el marco de las relaciones internacionales, de una legitimidad irreprochable, los dos con varias cirugías estéticas encima a pesar de que no son tan gerontes como la media de los políticos de ambos lados del océano Atlántico. No se puede negar que es una pareja prometedora, que le puede dar mucho a la humanidad, en ambos continentes. Ellos son capaces de que millones de pobres hambreados, despreciados, escupidos, humillados, y motivo de befa, los voten con veneración, hechizados con su populismo de ultraderecha infiltrado hasta el tuétano en todas las redes sociales y medios occidentales de prensa.  

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