Autor: Baraka, Amiri

¿Quién alguna vez se detuvo a pensar sobre la divinidad de Lamont Cranston? (Sólo Jack Kerouac, que yo sepa: y yo. El resto de ustedes probablemente tenía a WCBS y Kate Smith, o algo igualmente no atractivo.)

¿Qué puedo decir? ¿Es mejor haber amado y perdido que poner linóleo en sus livings?
¿Soy un sabio o algo? ¿El hipnótico gesto de la semana de Mandrake? (Recuerden, no tengo los poderes sanadores de Oral Roberts… No puedo, como F.J. Sheen, ¡decirles como ser salvados y enriquecer! Ni siquiera les puede ordenar la cámara de gas satori como Hitler o Goddy Knight) y el amor es una palabra mala. Denla vuelta, vean, ¿ven lo que digo? Una mala palabra, y además, ¿quién la entiende? Ciertamente no quisiera salir a esa clase de limbo.

Los sábados a la mañana escuchábamos La linterna roja & y su folk submarino. A las 11, simulemos que lo hicimos y yo, el poeta, aún lo hago. ¡Gracias a Dios!
¿Qué es lo que él solía decir (luego de la transformación cuando estaba seguro e invisible, y los incrédulos no podían lanzar piedras)? ‘Heh, heh, heh. ¿Quién sabe lo que el mal acecha en los corazones de los hombres? La sombra lo sabe.’
Oh, sí lo hace, oh, sí, lo hace, es una mala palabra, este Amor.

traducción: HM

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