Autor: Day Lewis, Cecil
Uno de nosotros contempla en el compartimento por fuera de la ventana el día entero con comportamiento atento, como si supiera que hay un sitio oculto en la escena del viaje, una canción a recordar o componer de arrebatos de visión, sugerencias de aires desvaneciéndose.
El marcará a las liebres acostadas en la hierba donde las avefrías tambalean y se retuercen: él nota cómo los girasoles de cabeza hueca trepan como muchachos en el cable junto a las vías del tren, y para él esos ríos de la mañana son amor en una niebla, y los rezos de las chimeneas.
El otro es llanamente, un hombre de asuntos, un viajero experimentado. El se ve seguro, mientras abre su valija en su intento de ojear datos y cifras, él nunca se distraería con reflexiones ociosas en el viaje más largo, o advertirá el vestido que usa.
Poco le preocupa la colorida deriva de su pasaje: no, ni una cosa valora de todo lo que apurándose pasa, aunque oscuramente sus sentidos, del primero al último, cómo aletea y ondea el humo de su viaje en los marcos de la ventana.
Uno está preocupado, uno sólo contempla, mientras la terminal de fardos se acerca a buen paso donde todos los pasajeros deben cambiar, y bajo su arco triunfal velozmente se dispersan de modo que ustedes pueden andar observando a estos dos a quienes el tren indiferentemente carga.
traducción: HM