Autor: longley, michael
Brujas amateur y vírgenes profesionales, sirenas y pastoras –todas las nuevas áreas de experiencia (he estado fuera de contacto)- damas, ustedes son tantas y tan variadas, tendrán que soportarme, por sus pecados, un extraño a sus filas que sabe también demasiado. Tomo como lectura sus tímidos anuncios de alojamiento y desayuno, si me siento inclinado, yendo tan fácil por ir derecho (sus fotos nunca cuelgan en mi mente) con una oreja gacha por el pronóstico del tiempo llego a tierra a tí que me recuerdas, y, saliendo de mi camino para tomar un descanso, de la enfermedad del mar y recuperarme del mar, las tristes flotas de calaveras capturadas detrás de mí y el amplio jardín que ellas decoran. Me garantizan anclaje como su invitado pago –damas terratenientes, he estado demasiado tiempo en el mar. Cuando las veo jugando a la pelota en la arena, una sugestión de cabello bajo sus brazos, o, en golondrinas, vistiendo sólo las olas, desempaco encantos estrictamente avunculares para perder esas piernas de mar con las que camino en tierra: yo aguardo hasta que mi bote se llena de hojas, con nieve o sol (lo que prefiera). Veo sus islas como el residuo de mis días de navegante, de esta vida a flote, mi solitario motivo para abandonarlas, queridas, luego de cada asunto de amor de remolino, calmado en el libro de entradas y en anécdota. Ustedes me han conservado yendo a pesar de las demoras, sobre estas taimadas orillas donde hemos coincidido, yo jamás ni una vez saqué mi bienvenida aunque todas ustedes parecían últimos recursos, mis novias, siempre los lugares favoritos de sus caras, sus cuerpos comprendiendo el largo camino a casa.
traducción: HM