Autor: longley, michael
Estas son las pequeñas horas cuando polillas junto a su fatal apetito que las lleva a golpetear para entrar, son conducidas por la noche adonde nuestra ventana atrapa luz. Que por azar todo está donde estamos, las únicas dos parece, habitando tan deliciosamente un lugar que revienta sus costuras y se derrama sobre el césped en haces, algunos visitantes como esos reflejan con ojos como estrellas frenéticas estas más brillantes propiedades de jardín, cruzando sus corredores de luz por encima de flores plegadas, hasta que nuestra vecindad es rendida real junto a su vuelo hacia nosotros, hasta que más silenciosamente las estrellas silenciosas se encienden, sus eones menguando por una noche, y todo parece inclinado en bata en esta tarde tú y yo, todo oscuro el elemento al que nuestra luz seria se dirige, toda quietud reunida a nuestro alrededor, quienes, cuando sobre los diques un tren que es ruidoso reprueba disparos de silencio en silencio con fácil acomodación de su pandemonium, su carga. Te abrazo fuerte porque hemos decidido que seremos oscuros por siempre como esto y porque, mi amor, ya lo oscuro está envejeciendo. Con el amanecer en camino, puntualmente y como una regla, las pequeñas horas se ensanchan en el día, nuestro cuarto su vestíbulo antes de que llene completas todas las casas, nosotros también debemos arriesgar todo, apagar la lámpara sin una palabra por la última de las noches reunidas sobre ella e imperturbable, junto a la polilla que yace allí sucia, y nota cómo los árboles que tomaron en anonimia están de nuevo en sus grandes historias desplegadas, que ya sea lo que intentemos tanto como podamos ver, las flores se están marchitando en todas partes, las estrellas disueltas, amalgamadas en un resplandor, cuya última noche fue revuelta discretamente a nuestro alrededor, e involucró a ambos, en esto que la mañana temprano ha deformado, debemos esperar que en nuevas propiedades encontremos un uniforme para conocernos el uno al otro verdaderamente, o, al menos, que estas lo harán, cuando nos levantemos seamos vistos con el amanecer como parte todavía remanente de la vestidura, como banderas que permanecen en el cielo cuando el rey y la reina se han ido.
traducción: HM