Autor: longley, michael

Tu tío, tótem y curador se inclina sobre tu cuna. Eres tú a quien deseo ver. Tu llanto sale como una compasión. Sólo tu nombre etiquetado alrededor de tu muñeca extiende mi sorprendida compasión a lealtad. Tu madre me cuenta que eres mi ahijado. Deberías saber que tu espacio previo aún moldea tu figura que yace sin ser lavada, fuera de su elemento, oliendo como lluvia sobre el suelo. Me agacho para levantarte de la cama y subirte a mi paisaje, último arribo, obvio inmigrante vistiendo las modas del lugar que dejaste. Como los vientos son equilibrados en un árbol que se balancea yo acuno tus llantos. Y en mis brazos resides, hasta que caes dormido, las incontenibles demandas de que el mundo sea tu guardería. Y yo, un vocero de ese mundo exterior, sponsor de la creación, quedo estupefacto, aunque haya una historia así para desplegar –ya sea como un pronóstico o para recordarlo- de ganado humeando en sus establos, y ovejas bajo un cerco, apretadas contra el frío, nuestro gato en casa parpadeando junto al guardabarros, el lobo caminando sus circuitos hacia el sueño.

traducción: HM

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