Autor: longley, michael

Recoger el lino tras la caída de las flores azules y poner nuestros puñados en el agua turbia para pudrir esas hierbas hasta el hueso, o construir taburetes para recordar las faldas de una bailarina invisible, nos transformamos en una parte de la industria del lino y seguimos sus procesos hasta la ciudad mugrienta donde los campos son compactados en cajas de ventanas y hay poco espacio entre las grandes máquinas.
Pero hasta en nuestro ático bajo la luz del cielo hacemos el amor en un verde lejía, el prado entero cubierto de material volviéndose blanco al sol como si la nieve renuente a derretirse fuera nuestro atuendo.
¿Qué es la pasión sino una paliza de tallos obstinados, luego un gentil peinado de fibras como cabello y un tejido de éstas en trajes de bautismo, en atuendos para un casamiento o funeral?
Ya que es como un duelo una vez que el trabajo está hecho, hallarnos como los últimos trabajadores en un comercio moribundo, que el lino sea nuestro casamentero, nuestro enterrador, el proveedor de sábanas para cualquier tipo de cama, y sé tímida de tus pechos en presencia de la muerte, dicen que te ves más hermosa en lino vistiendo enaguas blancas, el lazo en tu corpiño, una mariposa asistiendo a las flores bordadas.

traducción: HM

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