Autor: Alvaro Correa
Ya él la había cautivado en Roma con su verba delirante y sus morbosas inclinaciones incestuosas, sugiriéndole que la amistad entre Argentina e Italia trascendería su encuentro para liderar una Liga de Naciones que fervientemente está imponiendo su modelo de endiosamiento de la propiedad privada y, en contrapartida, aniquilamiento del Estado.
Ya en varias oportunidades aseguró que ambos son “adalides de la libertad” en un mundo subyugado por una ideología de género perniciosa, que ha hecho trizas valores tradicionales como los que siempre han sustentado las familias ítalo-argentinas. Obsesionados con lo que creen un predominio del pensamiento comunista, los jefes libertarios dieron rienda suelta a sus arengas tan macabras como erráticas, al menos en su diagnóstico concreto. “Nosotros estamos rescatando los valores occidentales, nuestros gobiernos tienen similitudes notables, y ya nuestras redes Atlas y asociaciones mafiosas que nos apoyan nos darán más premios reveladores de que somos ‘seres de luz’” –siguió su declaración Milei, sorprendido de haberse olvidado la ingesta de clonazepam matutina.
Por su parte, Meloni, no menos envalentonada y con acaramelado patetismo manifestó que “trabajarán juntos en los próximos años que les quedan para hacer en sus presidencias negociados fabulosos en energía, infraestructura y transporte. Este capitalismo de amigos que estamos desarrollando se ha mostrado fantástico para nuestras cuentas bancarias”.
Elogiando hasta el hartazgo las políticas desregulatorias de su par argentino, y llamándolo directamente “hermano”, la lideresa derechista dijo que sus conversaciones están abriendo las puertas a lazos más estrechos que se basarán en las ideas más repulsivas de su jefe recién electo en las presidenciales yanquis.
Y es que Meloni prometió sumarse a la Liga de Naciones mileísta, encantada con la invitación que se le hará al genocida Benjamin Netanyahu, quien será el comandante de sus “Fuerzas del Cielo”, desplegando al novato gordo Dan, que no tiene experiencias en exterminios, ni entiende lo que es la “cooperación militar”.
«Fuimos elegidos para arreglar los problemas estructurales de nuestros países y lo estamos haciendo. Un primer paso es destruir a las organizaciones feministas que subvierten el orden moral de nuestras naciones” –mandó el presidente argentino. Sin el menor rubor, prosiguió: “Esta es la cuarta vez que nos encontramos en el año, con ella tenemos muchas cosas especiales. Ambos combatimos contra la inflación y la inmigración descontrolada con medidas valientes que están estrujando nuestras fuerzas productivas. Por ahora estamos en plena batalla pero estoy seguro que prevaleceremos, como lo hará Israel en Gaza y el Líbano. La cosa es salirse con la suya, no importan los muertos que haya que dejar en el camino”. Luego hizo nuevamente alusión a su metáfora de “las fuerzas del cielo”, que estima ya están en marcha para derrotar a los oprobiosos soldados del socialismo empobrecedor”. Ahí Meloni metió un breve bocadillo manifestando que se trata de “naciones hermanas con un gran potencial de explotación”.
Enseguida Gerardo Werthein, el nuevo canciller judeo-argentino (es mayor su importancia judaica que su argentinidad en el apretado esquema mental mileísta), se acercó a los mandatarios para indicarles mediante señas que la conferencia debía finalizar. Sus últimos comentarios fueron desprecios hacia Macron y Lula, por ser “progres” obtusos.
Por su parte, en la reunión del G-20 en Brasil la directora del FMI, Kristalina Georgieva, había declarado su asombro por el progreso de Milei en estabilizar la economía argentina y orientarla más al mercado. Posteando en X, como corresponde a una dirigente trumpista, la búlgara aseguró que su institución ayudará a la Argentina y a su pueblo a salir del pozo con un nuevo préstamo espurio, ilegal, usurario y fraudulento.