Autor: Heaney, Seamus

El gaitero que viene de lejos eres tú con un cepillo de encalar para un esporran bamboleándose a tu alrededor, una silla de cocina patas arriba en tu espalda, tu brazo derecho pretendiendo meterse en la bolsa bajo tu codo, tus ojos saltones y tus grandes mejillas a punto de estallar en risa, pero manteniendo el zumbido interminablemente, entre respiraciones. *
El peine blanqueador. Un viejo faldón blanqueado en la parte de atrás de la puerta del cobertizo, esperando su momento hasta que los aires primaverales esparcieran cal en un cubo de trabajo y un palillo para mezclarla con agua. Aquellos olores trajeron lágrimas a sus ojos, nosotros inhalamos un tipo de ardor verdoso y pensamos que era de azufre. Pero la bazofia del trabajo real de cepillar paredes, el gris aguado que se pega en amplias franjas, luego secándose más blanco y más blanco, todo eso trabajado como magia. ¿De dónde habíamos venido, qué era este reino que sabíamos que veníamos a restaurar? Nuestras sombras se movieron en la pared y un borde de alquitrán brilló por toda la extensión de la casa, un negro divide como una trinchera recién abierta, acre y pestilente.
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Pis en el frente, los muertos se congregarán. Pero separadamente. Las mujeres después de la oscuridad, agazapadas allí un momento antes de ir a la cama, la única vez en que el alma era dejada sola, la única vez que la cara y el cuerpo se calmaban en el ojo del cielo.
Leche de manteca y orina, la despensa, las bestias alojadas, el dormitorio de escucha, estábamos todos juntos allí en un tiempo anterior, en un conocimiento que no podría traducirse más allá de esas medianoches azotadas por el viento que todavía no podemos estar seguros de si ocurrieron o no. Olía a arcilla de fortaleza y estiércol de ganado. Cuando el espino fue cortado tú te rompiste el brazo. Yo compartí el espanto cuando un pájaro extraño se posó durante días en el techo del establo.
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Aquella escena, con Macbeth indefenso y desesperado en su pesadilla –cuando él se encuentra con las brujas de nuevo y ve las apariciones en la olla-, yo me sentí bien con ello en casa. Hogar, vapor y ulular, el pelo humoso acortinando una mejilla. ‘No te acerques a los muchachos malos en ese colegio al que estas atada. ¿Me escuchas? ¿Oyes que te estoy hablando? ¡No lo olvides!’ Y entonces el palillo aceleró el engrudo, la corona de vapor se arremolinó, todo íntimo y bañado de miedo se iluminó por un momento, entonces yendo embotado, fatal y afuera.  
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Materia gris como engrudo salpicado con sangre en salpicaduras sobre el blanqueador. Una mancha limpia donde había estado su cabeza, otras manchas subsumidas en el muro reseco contra el que apoyaba su espalda esa mañana como cualquier otra mañana, reservista de tiempo parcial, llevando su vianda. Un auto vino lento por Castle Street, hizo la detención, cruzó el Diamond, se frenó nuevamente y se detuvo a su nivel, aunque no era su ascensor. Entonces él vio un rostro ordinario por lo que era y una arma en su propio rostro. Su pierna derecha fue sujetada, su planta y talón contra la pared, su rodilla derecha se levantó firme, luego nunca se movió, sólo empujó con toda su fuerza contra él, luego cayó pasando la franja asfaltada, alimentando la alcantarilla con su copiosa sangre.   
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Mi querido hermano, tienes buen aguante. Tú te quedas donde suceden las cosas. Tu gran tractor empuja en el Diamante, tú saludas a la gente, gritas y te ríes sobre los reverendos, mantienes viejos caminos abiertos conduciendo sobre los nuevos. Tú llamaste a los peines blanqueadores de los esporranes del gaitero, y luego te vestiste y marchaste con nosotros por la cocina, pero nunca pudiste hacer el paso del muerto o lo erróneo correcto. A veces te veo al final de tu amarre, en la sala de ordeñe, conteniéndote entre dos vacas hasta que tu turno pase, luego viniendo al olor a estiércol de nuevo y preguntarte, ¿esto es todo? ¿Como fue en el principio es ahora y será? Entonces frotando tus ojos y viendo nuestro viejo peine arriba en la puerta del cobertizo, y siguiendo adelante.

traducción: HM

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