Autor: Alvaro Correa
Deja vus que se hacen el eterno ciclo de gobiernos autoritarios o populistas, basados en el facilismo con que se inserta la crítica oligopólica a las políticas distribucionistas, en atentados que milagrosamente fallan y dejan al lobo como un inocente bonachón que ama a su nación al punto de abandonar sus duras labores de millonario mediático para dedicarse a la presidencia y buscar “hacer grande a América nuevamente”.
El llanto de los socialdemócratas o comunistas, como se denominan si uno está compenetrado hasta el morro con MAGA, no logra abrir los ojos a quienes se extasiaron con las denuncias sobre cómo el mundo entero está siendo manejado por un grupo de millonarios y élites que lo han conducido a un escenario pre-apocalíptico, con un deterioro de las condiciones climáticas que muestran un recalentamiento de los mares y de las tierras, el derretimiento de los glaciares y la conversión de la Antártida en un paraíso primaveral hasta su desertificación absoluta, si es que no se choca con un meteorito o sucede un pavoroso holocausto nuclear.
Pero eso no es nada, ni siquiera sumándole las catástrofes ecológicas como la deforestación del Amazonas, comparado a las guerras en curso, las hambrunas y carencias básicas, el colapso de los sistemas energéticos y eléctricos (sin olvidar a los agroalimentarios), los conflictos migratorios, la gente yendo y viniendo de una nación emputecida a otra desquiciada, los ciudadanos zombis, quienes logran escapar a las machacantes órdenes algorítmicas de la sociedad digital o quienes sabiamente han abandonado todas sus redes sociales, incluidas Whatsapp o Telegram, estarán marchando por una oportunidad de vida digna en Haití o Bolivia, o en cualquier país de la América mezclada y hecha ensalada latina para el paladar yanqui, al punto de darle el triunfo al único geronte competidor. Así se aseguró la gerontocracia estadounidense abordar su más punzante decadencia liderada por un matón cobijado por la famosa segunda enmierda bullrichista: “el que quiera andar armado que ande armado…”.
A un paso nomás de la guerra civil reformulada en el siglo XXI, que tiene sabor a revancha para su grupo de esclavistas colonizadores dispuestos a matanzas atroces como en los primeros períodos de cualquier imperio. Si uno quiere crecer se debe hacer respetar y la mafia estatal público-privada se encarga del resto. ¿Les parece confuso? Aquí hay nacionalistas contra globalistas, conservadores contra progresistas, ultraliberales contra comunistas, blancos contra negros, abortistas contra antiabortistas, negacionistas del cambio climático contra científicos desazonados, “tradición, familia y propiedad”, contra “diversidades, disolución familiar y nunca osaremos proponer la abolición de la propiedad privada”. En un bando está Trump, en el otro estaba Biden, pero a la hora de la política internacional, de ponerse serio y armar un país maravilloso con una industria cinematográfica alabada en todo el orbe, cometen las mismas torpezas obedeciendo las instrucciones del célebre complejo militar-industrial que se ha reconvertido y ahora sólo son empresas transnacionales (muchos unicornios de mercenarios piratas y tecnológicos) del sector financiero, dueñas de medios de comunicación y redes sociales usadas en todo el planeta.
De hecho, la llegada de Elon Musk al gabinete de Trump le va a dar impulso a la sociedad distópica que ya estamos viviendo. El mundo orwelliano en el que estamos atados, mezclado con la sociedad hipervigilada que tan bien describió Foucault a partir del trabajo de Jeremy Bentham, dan cuenta del carácter esperpéntico del fascismo estadounidense, que ya comienza a retratar la nefasta labor realizada aquí por el ministro Sturzenegger, en lo que es ya el colmo de la gestión delincuencial del erario público. Si el nuevo gobierno trumpista es capaz de comenzar de esta manera, esto sólo nos puede alegrar ante el advenimiento de la debacle final, en lo que ojalá sea la implosión purulenta del imperio.