Autor: Heaney Seamus
Como si hubiese sido vertido en alquitrán, él yace sobre una almohada de césped y parece llorar el río negro de sí mismo. El grano de sus muñecas es como el roble del pantano, la bola de su talón como un huevo de basalto. Su paso interior se había encogido frío como un pie de cisne o una raíz húmeda de pantano.
Sus caderas son la cresta y la bolsa de un mejillón, su espina dorsal una anguila arrestada bajo un destello de barro.
La cabeza se levanta, la barbilla es un visor levantado sobre el respiradero de su garganta cortada, que se ha bronceado y endurecido. La herida curada se abre hacia adentro a un oscuro lugar de saúco.
¿Quién dice ‘cadáver’ a su vívido elenco? ¿Quién dirá ‘cuerpo’ a su opaco reposo?
Y su pelo oxidado, una alfombrilla que no se parece a la de un feto. Primero vi su cara retorcida en una foto, una cabeza y hombro fuera de la turba, magullado como un bebé con forceps, pero ahora él yace perfeccionado en mi recuerdo, hasta el cuerno rojo de sus uñas, colgado en las escalas con belleza y atrocidad: con la Galia moribunda demasiado estrictamente rodeada en su escudo, con el peso real de cada víctima torturada, acuchillada y tirada.
traducción: HM