Autor: Claudia Sotomayor
El hombre naranja retorna a la Casa Blanca, los mercados felices, el bitcoin se dispara (para arriba) y la derecha rancia de todo el mundo se siente felizmente legitimada. Todo indica que seguirán las vibes cipayas, pero ¿por cuánto tiempo? Se supone que el sistema internacional debería de estar reconfigurando y ajustándose a las urgentes demandas de paz y prosperidad. Sin embargo, parece que la maldita realidad hace que los sesudos análisis geopolíticos resulten puras obviedades, como si fuera un genérico horóscopo que puede o no cumplirse: Si deja “caer” Ucrania, si atiborra de aranceles a Mexico y China o si desata la tercera guerra mundial, podría ser o no factible como también que desate una guerra civil contra el wokismo. Así, la mejor forma de especular sobre el futuro del mundo resultaría más apropiada si la pensamos como el argumento de un fanfic apocalíptico y gore. Ya vimos a este sujeto tirar la madre de las bombas en Afganistán y desbocar el contador de muertos durante la pandemia. El panorama del país del norte no ha mejorado durante su mandato, la violencia circula en ese país de todas las formas posibles, cuentan con cientos de extras que pueden representar masas de zombies drogados, indigentes, fundamentalistas o simplemente con la salud mental rota. La mayoría de ellos armados o con una facilidad pasmosa para conseguir rifles automáticos. Si partimos de este argumento, el multiverso posterior se pude pensar apelando entonces al clima de época. Porque realidad y arte (aunque sea el más vulgar) pueden confundirse. Tenemos los personajes y los estereotipos ya establecidos, un inicio de temporada taquillero, con un presidente al que le queden dos meses de mandato, todo un desafío a la vitalidad con la que los demócratas transfieran (o profundicen) la evidente crisis de legitimidad de las posdemocracias occidentales.
También tenemos a los fachos autopercibidos libertarios del mundo, unidos festejando el triunfo con la camiseta y gorra de MAGA. Están gastando teléfono y X para chuparle las medias al trumpista y de paso conseguir alguna soga (en formato de negocios, préstamos, armas, drogas o putas). El genocida de Israel aprovecha a sacudir su tablero de generales y coalición de gobierno, total los medios están ocupados con otros menesteres y ya tienen naturalizada la pasiva complicidad mundial. A esta altura la ONU y la Corte Penal Internacional son como padres permisivos a quienes ya nadie les hace caso. Si alguien espera que Trump cambie la política estadounidense respecto a su principal aliado en Medio Oriente será sólo para aprovechar las oportunidades de real state en Jerusalén o el sur del Líbano. Ya se están babeando con el negocio de la “reconstrucción” de los territorios que están limpiando (étnicamente, aunque con mucho escombro y basura militar). Es cierto que no es sencillo eliminar a una población tan numerosa, y mucho menos expulsarla cuando la tienen encerrada, aturdida y hambrienta en una franja del terreno. Pero se saben impunes, la multipolaridad es más una narrativa confrontativa que un verdadero contrapeso. Es una movie aburrida, donde los héroes son más defensivos que ofensivos. Parece que no hay países ni personas que confronten el enfoque colonial del sistema sino le exigen límites cautelosos, mientras el medioambiente y la humanidad es fagocitada por un capitalismo brutal. Al igual que en las telenovelas y películas de terror, los malos nunca mueren del todo, en esta saga son una mezcla del mundo orwelliano y de la película de Kubrick: Doctor Insólito. El Pentágono y la nueva “administración” están poblados de acomplejados sociópatas que retoman el juego del hard power. Puede que Trump intente llevarse puesta a Cuba y Venezuela con sus continuos bloqueos y conspiraciones golpistas. Sin embargo, el multiverso podría ofrecernos lo que el saludo chino exhibe como una maldición o como amable deseo: “tiempos interesantes” donde nuevas e insólitas batallas derriben al matón.
La heroicidad de los pueblos está puesta hoy en su resistencia. Si hoy todavía hay mavajos cuidando su territorio y cultura, mapuches defendiendo bosques patagónicos, saharauis intentando su propio Estado, quién dice que mañana un comando norcoreano sea la semilla para una “larga marcha” hacia los centros de poder, que saben ser duros con sus migrantes pero débiles con ese 1% que mercantiliza todo, pero hace que el sistema global explote por todos los costados su fragilidad ambiental, social y moral. Quizás sea la semitapiada frontera del Río Grande, donde dejen de fluir ejércitos de esclavos. Quizás paisanos “polillas” dejen de ser atraídos por la luz de la democracia indirecta de los millonarios. Quizás los centros de devolución en caliente, allí donde separan familias sean solo el reflejo de un sistema en total crisis y algo que pase de moda. Se dice que la crisis migratoria provocó la primavera árabe, porque obligó a replantear a sus poblaciones los motivos de sus frustradas mudanzas de país. Quizás el sueño americano, convertido en pesadilla, dé lugar a nuevos sueños. Solo el tiempo nos lo dirá.