Autor: Heaney Seamus
I
El tomaría solo y levantaría un pulgar curtido al estante alto, llamando a otro ron y grosella negra, sin tener que elevar la voz, u ordenar una rápida cerveza con una elevación de los ojos y una discreta tontería de sacarse la parte de arriba, a la hora de cierre se iría en botas de agua y visera a la oscuridad lluviosa, un desempleado, pero un trabajador nato. Yo amaba toda su forma de ser, seguro de pies pero demasiado astuto, su inexpresivo tacto lateral, su ojo veloz de pescador y era observador a sus espaldas.
Incomprensible para él, mi otra vida. A veces en el taburete alto, demasiado ocupado con su cuchillo en un tapón de tabaco, y sin darse cuenta que lo miraba, en la pausa luego de un trago él mencionó la poesía. Estaríamos solos y, siempre políticos y tímidos de condescendencia, yo me manejaría por algún truco para cambiar la conversación a anguilas, o la tradición del caballo y el carro o los Provisionales.
Pero su espalda girada observa también mi arte tentativo: lo volaron en pedazos por beber en un toque de queda que otros obedecieron, tres noches después que balearon a trece hombres en Derry. PARAS 13, decían las paredes, BOGSIDE 0. Aquel miércoles todos contuvieron su aliento y temblaron.
II
Era un día de frío y crudo silencio, el viento soplaba sobrepelliz y sotana: llovía, cargado de flores, ataúd tras ataúd parecían flotar desde la puerta de la atiborrada catedral como flores sobre agua lenta. El funeral común desenrolló su banda envolvente, solapando, apretando hasta que estuvimos abrazados y atados como hermanos en un ring.
Pero él no sería contenido en su casa por su propia multitud, ante cualquiera de las amenazas telefónicas recibidas, ante cualquier bandera negra que flameara. Yo lo veo cuando dobla en ese ofensivo lugar bombardeado, el remordimiento fundido con terror en su rostro aún reconocible, su mirada acorralada se enceguece en el destello.
Se ha ido a millas de distancia porque él bebió como pez nocturno, naturalmente nadando hacia el señuelo de lugares de luz cálida, el murmullo y metal borroneados a la deriva entre vasos en el humo gregario. ¿Cuán culpable era él aquella última noche cuando rompió nuestra complicidad de tribu? ‘Ahora, se supone que eres un hombre educado’, lo escucho decir. ‘Confúndeme la respuesta correcta a esa’.
III
Extrañé su funeral, aquellos tranquilos caminantes y conversadores a los costados como cardúmenes saliendo de su sendero al respetable ronroneo del coche fúnebre… Se mueven a paso igual con la habitual lenta consolación de un motor lento, la hilera levantada, mano sobre puño, fría luz del sol sobre el agua, la tierra de la orilla bajo niebla: aquella mañana fui tomado en su bote, el tornillo de purga, tornando blancas las brazas indolentes, saboreé la libertad con él. Para salir temprano, tirar firmemente desde el fondo, despreciar la captura y sonreír mientras encuentras un ritmo trabajándote, lenta milla tras milla, en tu propio refugio en algún lugar, bien lejos, más allá…
Vengador que olfatea el amanecer, caminante a través de la lluvia de medianoche, pregúntame de nuevo.
traducción: HM