Las revoluciones naranja de Georgia y Moldavia se volvieron bastante negras

Autor: Magnu Iordescu

Las elecciones en Georgia y Moldavia han mostrado a la Unión Europea que dura tarea es intentar expandirse a países que Moscú aún considera en su esfera de influencia. La UE ha acelerado su propósito de incorporar nuevos miembros desde que Rusia inició una guerra contra Ucrania en 2022, alertada del riesgo que implica tener “zonas grises” fuera del bloque que no estén firmemente con la OTAN.

En Georgia, el partido gobernante que se ha mostrado muy amigo de Putin acaba de ganar una elección parlamentaria, acusada de fraude por la presidenta, una ferviente adoradora del mundo occidental.  En Moldavia, que también está candidateada para ser miembro de la UE, se realizó un referéndum donde por una muy delgada diferencia se impuso suspender la solicitud de acceso, mientras que la presidenta Maia Sandu, otra veneradora de la filosofía de vida estadounidense, deberá ir a un balotaje contra el prorruso Alexander Stoianoglu y disputarse con él los votos del oligarca Renato Usatii, en lo que parece una contienda más que complicada.

Hablamos con Reinhold Lopatka, diputado austríaco del Parlamento Europeo, quien nos comunicó su impresión de lo sucedido en ambos países: “Para nosotros fue un shock. Igual insistiremos aunque las cosas se han puesto feas para nosotros”.

La meta de expandirse al oriente de Europa fue una meta geopolítica de la UE desde el fin de la guerra fría. Varias naciones candidatas a incorporarse lo han logrado, halagándose por haberse sumado un bloque que ven como próspero y democrático. Así se sumaron 10 repúblicas ex soviéticas en 2004, y más tarde tres más, pero el entusiasmo se desvaneció cuando se produjeron fuertes flujos migratorios y gobiernos que conservaban simpatía por Moscú.

Ya después de casi tres años de guerra, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, confesó que “la guerra ha traído mucha inseguridad a nuestras fronteras y ahora no cualquier país está preparado para pertenecer a la UE y respetar nuestras reglas”.

David McAllister, jefe del Parlamento Europeo, comentó no muy sesudamente: “Las elecciones en ambos países demostraron lo tensa y poralizada que está la situación en cada uno. Nosotros tenemos que continuar con nuestros esfuerzos. Estados Unidos nos mandó a esta guerra con Rusia y no nos queda otra”

Por su parte, las potencias bálticas pusieron el grito en el cielo por los resultados georgianos, que demuestran el poder de fraude de Irakli Kobajidze, primer ministro que ganó para la alegría del Kremlin. Sin embargo, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, congratuló a Kobajidze en su palacio de gobierno aún antes de conocerse los resultados, al visitar el país como presidente actual de la UE. En su informe de evaluación el húngaro dijo que no encontró ni una irregularidad en el transcurso de las elecciones.

Putin ya avisó a los nuevos candidatos a sumarse a la EU que su destino será tan fatal como el de Zelenski si se animan a salir de su órbita. Más allá de las incongruencias y las miradas disímiles, los más capos de la UE están emperrados en “fichar a Georgia y Moldavia como si fueran baluartes del anticomunismo global”.

En Moldavia, Stoianoglu está preparando una jornada histórica que implique un portazo en la cara de los caraduras de la OTAN y la UE. Nicola Popescu, miembro del partido ruso, nos adelantó: “Siempre fuimos el país más pobre de Europa, y eso que adentro tenemos a la heroica Transnitria, donde pervive incólume la era de esplendor de la Unión Soviética en pleno 2024. Yo te diría que tenemos que tender a una transnitrización de nuestra economía y política exterior”.

Vistas: 13
Compartir en