Pormenores de la visita de la vicepresidenta argentina Victoria Villarruel a María Estela Martínez de Perón

Isabelita Perón, como la conoce el pueblo, tiene 93 años y desde 1981 reside en una urbanización serrana a 35 kilómetros de Madrid, en un chalet de tres plantas que mantiene fácilmente con la jubilación de privilegio que cobra gracias a la iniciativa de la reivindicadora de represores de la dictadura, quienes precisamente iniciaron sus criminales carreras de la mano del tan sórdido como famoso “brujo” José López Rega, ministro de Bienestar Social del gobierno de Perón, y líder de la también célebre Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Este currículum alcanza para que Villarruel sienta una simpatía enorme por la geronte segunda esposa de Perón, y pase a saludar a la ex cabaretera, que a pesar de su brutalidad y edad avanzada, sigue de cerca los acontecimientos en Argentina, y sin conocerla sentía un cariño especial por la abogada que responde a la casta gerontocrática milica. Maldita Realidad fue el único medio argentino presente en la reunión, y a continuación reproducimos el diálogo que establecieron mientras compartieron un té premium con masitas de lujo.

Isabel Perón (con un hilo de voz, propio de la edad, la boca cirujeada para no parecer  un cuervo agonizante): Querida, por fin te encuentro.

Victoria Villarruel (se agacha para poder abrazarla y llenarla de besos y muestras de respeto, mirada de adoración, como si estuviera enfrente de una fuente de sabiduría inmortal): Señora, qué emoción… (La embargan las lágrimas, le cuesta separarse del abrazo, las manos arrugadas de la anciana la enternecen.)

Isabel Perón: Vamos a sentarnos.

La criada las conduce a una hermosa mesita con dos cómodas sillas y un juego de tazas y tetera de porcelana que reflejan la época más oscura del peronismo, cuando la muerte del repatriado caudillo bonaerense dejó un enorme vacío de poder ocupado por la esposa y la Triple A, desembocando su desgobierno en el golpe militar de 1976, así como la experiencia fallida de Alberto Fernández trajo como consecuencia el acceso a la presidencia en Argentina de un personaje circense de ultraderecha y una admiradora del isabelismo, de las pocas que quedan en la nación sudamericanas, que está siendo salvajemente saqueada y destruida por el gobierno actual.

Victoria Villarruel: ¿Y cómo está, señora?

Isabel Perón: Bárbaro, contenta con lo que está pasando en Argentina. Quería agradecerte el busto que me hicieron en el Congreso. Lo inauguraste con la querida Rucci…

Victoria Villarruel: Sí, fue un acto importante al que por supuesto no asistió la prensa canalla que no para de pegarnos, había tantos de subversivos y de personajes nefastos de la historia que nos va a costar emparejarlos, pero poco a poco las cosas están cambiando y seguramente usted tendrá su calle y será reconocida por su importante gestión en nuestros textos canónicos.

Isabel Perón: Ay, linda, no digas esas cosas… Sé que estuviste con Francisco, ¿te dejó algún mensaje para mí?

Victoria Villarruel: Saludos especiales, no sabes cómo se alegró cuando le conté que venía a verte. Es un buen partido el papa…

Isabel Perón: Sí, para el más allá, querida, seré la envidia de todos los argentinos. Casada con Perón, y en segundas nupcias, en el trasmundo, nada menos que con Bergoglio.

Victoria Villarruel: ¡Ja! ¡Evita, la tenés adentro!

Ambas se ríen y luego pasan a temas intrascendentes, como achaques de la edad y la tranquilidad de su pueblo en España. Sólo cabe añadir que antes de despedirse volvieron a abrazarse y llorar, y Villarruel insinuó que podría volver a Argentina antes de dejar este mundo.

Isabel Perón: No, querida, dejame acá, ya me conseguí un nicho cerca de la tumba del Generalísimo…

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