Autor: Baca, Jimmy Santiago
Ayer, el sol hizo brillar el aire empujándome como uno de dieciseis para sacarme la remera, y correr por la orilla del río, salpicando en el agua, vadeando los juncos, mi corazón un viejo tambor yaki y yo creía, más que creía, que el aire detrás de los árboles eran bailarinas de azul a las que me aproximaba, y allí en las hojas secas, en las crujientes ramitas, yo giré suavemente como si estuviera bailando con una mujer de azul hecha de aire, a la luz del sol, en faldas de arbustos. Yo conocía la danza que agradaría a los dioses, yo conocía la danza que haría que el agua del río sonriera brillando siempre plateada, yo conocía los pasos de la danza que alabaron mis ancestros.
Sí, deseaba escribirte un poema mujer durante dos días, y hoy estaba gris, nevado y nublado, sobre cómo sobresalté a los ánades de su superficial refugio bajo los olivos rusos y cómo el macho adrede se acercó captando mi atención, el amor de su hembra se fue por el otro lado, arriesgando su vida, eso es lo que vi, el macho voló antes de los rifles del cazador, círculó a las vistas de cazadores y toma los disparos, el rugido del rifle ráfaga tras ráfaga y círculo más allá sobre los campos para encontrar su compañía femenina.
Así es cómo te extraño, cómo quería escribirte un poema desde que nos fuimos, tú para un lado, yo para el otro. Yo era el macho llevándome los cazadores que te herirían, arriesgando mi corazón para que el tuyo no sea herido, poniéndome como posible presa para que pudieras escapar, ese tipo de poema te estoy escribiendo ahora.
Circulando como la mira de los cazadores sobre mí, mientras tú te elevas, te elevas al cielo azul y me encuentras en los siguientes campos.
Ahora deseo escribirte un poema por dos días para contarte cuán feliz fui, viendo un arco de grulla blanca, entre las orillas de la acequia, con furiosos esfuerzos, sacudiendo sus grandes alas como un torpe niño de nueve años, más alto que otros de su edad, con zapatillas de talla doce ondeando la cancha de basquet.
Pero una vez la grulla blanca encontró su equilibrio, sus alas su gracia, se deslizó más perfectamente que un salto de bailarina de ballet a través del aire, todas sus plumas dedos de bailarina de ballet, todas sus plumas bailarinas delicadas, todas sus plumas en movimiento me hicieron creer en mí, pero más, cuando se levantó, en picada, la línea ascendente me hizo pensar en la curva de tu columna vertebral, como rastreé mi dedo por tu espalda cuando dormías, tu columna vertebral es el ascenso de la grulla hacia el sol, y mis manos, mi rostro, mi torso y pecho, piernas y caderas, se transformaron en aire, un aire ártico azul y frío, tú te deslizaste hacia arriba en tu canción de amor invernal.
traducción: HM