Suicidio de Liam Payne revela éxito de política exterior mileísta

Autor: Máximo Redondo

En principio, la cantidad de droga hallada en la habitación del integrante de One Direction revela que la ley “pasta bases” del gobierno anarco-libertario funciona de maravillas. Por otro lado, la elección del lugar donde acabar con su vida no fue casual, quiso que sea donde está la vanguardia de la ultraderecha que lleva el individualismo ególatra de los ricos y celebridades a su máxima expresión, y el hecho ha puesto la mirada del mundo sobre nuestro bendito país. La “marca Argentina” se ve así promovida para todo aquel multimillonario anticomunista que quiera pasar sus últimas horas entre espectáculos de tango y el ambiente cool de Palermo, encima en la CABA del primo de Macri.

Liam Payne murió de los múltiplos traumas internos y externos que sufrió luego de caer del tercer piso del hotel donde paraba. Una autopsia mostró que las heridas en la cabeza fueron suficientes para ocasionarle la muerte. La investigación indica que estaba solo en el momento de la caída. Las sustancias incautadas en su cuarto abarcan varios tipos de drogas y alcohol.

Los testigos informaron a los detectives que estuvieron escuchando golpes y gritos durante un par de horas antes de que Payne se arrojara al asfalto porteño. Daniel vive al lado del hotel y relató: “Pensé que estaban en construcción, se pasaban el día golpeando las puertas. El tipo gritaba, era bizarro. Luego escuché las sirenas y pensé que había un incendio. Y entonces escuché un grito terrible”. El audio del recepcionista del hotel contándole la situación a la policía fue pasado para alegría del morbo de la plebe. Los periodistas de policiales se cagaron una vez más en la ética y publicaron las fotos más degradantes que pudieron de la condición humana de la estrella de la canción pop.    

La familia de Payne dijo que estaban quebrados por la noticia. Sacó una declaración manifestando su angustia y dolor en este espantoso momento. Diversos artistas expresaron su pesar y consternación, mientras otros se mantuvieron indiferentes, particularmente quienes trabajaron con él y su ex esposa. En todo caso, se quejaron de las presiones de la industria musical y del espectáculo, y que Payne fue una víctima de esa fiebre por el éxito artístico y millonario, que debe contarse en empresas o seguidores en redes sociales.    

Se fue el primer One Direction. Nada que ver con el club de los 27. Nada que lamentar más que los sueños truncos de un joven desencajado, salvo el impulso que le da a nuestra marca-país, pudiendo su acto servir de orientación a la política exterior mileísta, que se muestra tan arrastrada con el Reino Unido y dispuesta a lamer cuanta bota yanqui o judía ortodoxa tenga a su alcance.

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