Autor: Baca, Jimmy Santiago

Hoy está ventoso. Un muro de viento aplasta, las ventanas chocan contra marcos de hierro mientras el viento oscila entre los cristales rotos y se agita, como un gato atemorizado en espacios vacíos del bloque de celda.
En el patio de ejercicio nos sentamos acurrucados en nuestras chaquetas de prisión, sobre nuestras ancas contra la valla, y el viento transportaba nuestras palabras sobre las vallas, mientras el vigilante guardia en la torre sostenía su gorra ante la repentina ráfaga.
Yo podía ver la torre principal desde donde estaba sentado, y el viento en mi rostro me dio la sensación de que podía agarrar la torre como un tallo de maíz y arrancarla desde sus raíces de roca.
El viento lo toca como una flauta, este hueco disparo de roca. El borde ceñido con alambre de púa y un guardia sentado allí también, escuchando atento a los sonidos mientras las nubes cubren el sol.
Pensé en el día que estaba viniendo a la prisión, en el asiento trasero de un patrullero, las manos y tobillos engrillados, el policía señaló “¿Ves ese tanque de agua enorme?, ¿el grande plateado allí, saliente? Esa es la prisión”.
Y aquí estoy, no puedo creerlo. A veces es como un sueño, un sueño, donde me paro enfrentando al viento, como ahora, sopla en mi chaqueta, y mis ojos parpadean un poco, mientras contemplo descreyendo…
El tercer día de primavera, y cuatro años después, puedo decirles cómo un hombre puede soportar, cómo un hombre puede volverse tan cruel, cómo puede morir o tornarse tan frío. Puedo decirles esto, lo he visto cada día, cada día, y todavía soy lo suficiente fuerte para amarte, amarme y sentirme bien, incluso mientras la tierra se sacude y tiembla, y no tengo una cosa a mi nombre, siento como si lo tuviera todo, todo.

traducción: HM

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