Autor: Baca, Jimmy Santiago

Prefiero el chile rojo sobre mis huevos y papas para el desayuno. Ristras de chile rojo decoran mi puerta, secas sobre mi techo, y cuelgan desde aleros. Ellas confieren a los puestos de verduras al aire libre una grandeza histórica, y gentilmente se balancean con un aire de festiva bienvenida. Puedo escucharlas hablando en el viento, lenguas demacradas, amarillentas, crujientes y rasposas de hombres viejos, lamiendo la brisa.
Pero la abuela ama el chile verde. Cuando la visito ella sostiene el pimiento verde en sus manos arrugadas. Ah, voluptuoso, masculino, un aire de autoridad y juventud se cuece de su tallo de cuello de cisne, estrechándose a un collar florido, fermentando la resinosa especia. Un caballero bien vestido en la puerta toma sensualmente la mano de mi abuela, frotando sus firmes lados brillantes, acariciando la serpiente de goma aceitosa, con la boca –cumplimiento de riego- acariciando sus curvas con dedos gentiles. Su porte magnífico y tenso como los flancos de un tigre en pleno salto, ella impulsa su hoja y lo abre de un corte, con lujuria en su boca caliente, sudando sobre la cocina, un bandana alrededor de su frente, pasión misteriosa en su rostro mientras me sirve el chile verde con carne, entre cálidas hojas suaves de tortillas de maíz con habas y arroz, su sacrificio a su pequeño príncipe aquí. Yo sorbo de mi plato el último pedazo de tortilla, mi boca arde y silbo y tomo un alto vaso de agua fría.
En todo New Mexico, hombres y mujeres tostados por el sol conducen camiones desvencijados llenos de sacos de yute con chile verde, desde Belen, Beguita, Wilard, Estancia, San Antonio y Socorro, de campos a puestos en las carreteras, los ves asando chile verde en barriles caseros con rejilla, y a una bolsa por un dólar, revivimos este viejo, hermoso ritual una y otra vez.

traducción: HM

Vistas: 1
Compartir en