Autor: Dylan Thomas
Por qué el viento del este enfría y el viento del sur refresca no se sabrá hasta que el muro del viento se seque y el oeste no se hunda más en vientos que traen el fruto y la cáscara de varios cientos de caídas, por qué la seda es suave y la piedra hiere, el niño preguntará todos sus días por qué la lluvia nocturna y la sangre del pecho apagan su sed que él tendrá una negra respuesta.
¿Cuándo viene Jack Frost? preguntan los niños. ¿deberían abrochar un cometa en sus puños? No hasta que, de arriba y abajo, su polvo espolvoree en los ojos de los niños un último y largo sueño, y la oscuridad se llene con los fantasmas de los niños, una respuesta blanca ha de hacer eco desde los tejados.
Todas las cosas son conocidas: el consejo de estrellas llama a algún contento a viajar con los vientos, aunque lo que las estrellas preguntan mientras rondan tiempo tras tiempo las torres de los cielos es escuchado pero poco hasta que las estrellas se van. Escucho contento, y ‘conténtate’, suena como una campana de mano por los corredores, y ‘no sé la respuesta’, y no conozco respuesta al llanto de los niños, de la respuesta del eco y el hombre de escarcha y fantasmalmente cometas sobre los puños levantados.
traducción: HM