Autor: Dylan Thomas
Sobre la colina de Sir John cuelga quieto el halcón encendido, en una nube elevada, a la caída del crepúsculo, él tira hacia sus garras y horcas, hacia los rayos de sus ojos los pequeños pájaros de la bahía y las estridentes guerras de juegos infantiles de los gorriones y demás que cisnean, al anochecer, en setos enzarzados. Y alegremente graznan a fuego feroz sobre la lucha de los olmos hasta que el relámpago estrella al halcón atado, y lentamente la garza acechando la santa pesca en el río Towy bajo los arcos de su lápida inclinada.
Relámpago, y las plumas se quiebran, y una capa negra de grajos que la colina de Sir John solo dona, y de nuevo de los gavilanes al halcón en fuego, a la altura del cabestro, sobre las aletas del Towy, en un golpe de viento. Allí, donde el ave pescadora elegíaca apuñala y rema en los bajíos llenos de guijarros y juncias, y ‘dilly dilly’ llama el elevado halcón, ‘ven y serás asesinado’, abro las hojas del agua en un pasaje de salmos y sombras entre los pinzados cangrejos brincando y leo en una clara muerte de concha como una campana de boya: toda alabanza del halcón en fuego en el crepúsculo de ojo del halcón que se cante, cuando su mecha de víbora cuelga envuelta en llamas bajo el ala de la marca, y benditas sean las jóvenes gallinas verdes de la bahía y los arbustos cacarean ‘dilly dilly, ven, déjanos morir’. Nosotros nos dolemos mientras los pájaros alegres, nunca más dejan la teja y el olmo, a la garza real y yo, joven Esopo fabulando a la noche cercana junto al tintineo de anguilas, santa garza cantando en la distante concha colgada, el valle del puerto de cristal donde navegan los adoquines del mar, y muelles de agua donde bailan los muros y andan en pilotes las grullas blancas. Es la garza y yo, sojuzgando la colina de olmos de Sir John, cuentan la culpa arrodillada de los pájaros descarriados cuyo Dios, para su pecho de silbidos, tiene piedad, Dios en su torbellino de silencio salva, quien marca el granizo de los gorriones, para su canción de las almas. Ahora la garza se aflige en el borde desbrozado. A través de ventanas de crepúsculo y agua veo a la garza de susurro inclinado, espejada, partir, mientras chasquea la nieve de las plumas, pescando en la lágrima del Towy. Sólo un búho ulula, una hoja de hierba soplada en las manos ahuecadas, en los olmos saqueados, y ningún gallo o gallina verde grita ahora en la colina de Sir John. La garza, rozando los bajos escamosos de las olas, hace toda la música, y yo, que escucho el tono del lento, grave, desgastado río de sauces, antes de la embestida nocturna, las notas en esta piedra sacudida por el tiempo para el bien de las almas de los pájaros asesinados al navegar.
traducción: HM