Autor: Dylan Thomas
I
Nunca y nunca, mi chica cabalgando lejos y cerca en la tierra de los cuentos de la piedra de la fortaleza, y dormida hechizada, teme o cree que el lobo en una capucha de blanco oveja, brincando y balando brusca y alegremente saltará, mi querida, mi querida, desde una guarida en las hojas en rebaño en el año bañado por el rocío para comer tu corazón en la casa en el bosque rosado.
Duerme, bien para siempre, lento y profundo, encantada rara y sabia, mi chica pasando la noche en la rosa y la comarca de los cuentos de caracoles: ningún rebaño de gansos o cisnes se convertirá en un rey casero o aldea de fuego y príncipe de hielo para cortejar al meloso corazón desde tu lado antes que amanezcas en una fila de chicos anillados y gandules, espiga y quema, ni la inocente yazga en la enraizada zanja cortejada y evitada, y desgarrada entre plumas mi jinete llora. De los espumarajos de la bruja te protege el helecho y la flor del sueño del campo y el torreón del bosque verde. Acostada y tranquila, a salvo y segura de los bramidos de la ronca cría. Nunca, mi chica, hasta que la campana de proa llamó a dormir, cree o teme que la rústica sombra o hechizo rastrillará y nevará la sangre mientras cabalgas a lo ancho y a lo largo, ¿para quién acechan sin mansedumbre los cuervos de los aleros de la montaña, o se esconden en el valle de la luna, aunque el brillo lunar hace claro eco desde el muro estrellado? Una colina toca a un ángel. De la celda de un santo el pájaro nocturno lauda a través de conventos y cúpulas de hojas, su árbol con pecho de petirrojo, tres Marías en los rayos. Sanctum sanctorum[1], el ojo animal del bosque en la lluvia contando sus perlas, y el fantasma más grave, el búho a sus rodillas. Zorro y aguantar de rodillas delante de la sangre. Ahora los cuentos alaban el ascenso de la estrella en los pastos y durante toda la noche pastan las fábulas sobre la mesa del caballero de la hierba inclinada. Teme lo máximo de todo para siempre no el lobo en su capucha berreante ni el príncipe colmilludo, en la granja en celo, en la corteza y el fango del amor, sino el ladrón tan manso como el rocío. El campo es sagrado: oh, quédate en ese campo amable, conoce bien el verde, bajo la luna rodante en oración en el bosque rosa, protegida por el canto, la flor y alegre tal vez yazcas en gracia. Duerme hechizada en descanso en la humilde casa en la arboleda de la ardilla ágil, bajo lino, paja y estrella: sostenida y bendecida, aunque tú recorras los altos cuatro vientos, desde la sombra deteniéndose y el rugidor en el pestillo, fría en tus promesas. Aún de los picos, la oscuridad de la telaraña y las ramas saltarinas debes estar segura de que el ladrón buscará un camino astuto y seguro, y astuto como nieve y manso como rocío soplado a la espina, esta noche y cada vasta noche hasta que la campana de popa hable en la torre y llame a dormir sobre los puestos de la chimenea, mis cuentos propios, amor perdido, y el alma camina las aguas esquiladas. Esta noche y cada noche desde la estrella fugaz que naciste, siempre y siempre él encuentra un camino, mientras la nieve cae, mientras la lluvia cae, granizo en el vellón, mientras la niebla del valle cabalga a través de los dorados graneros, mientras el rocío cae sobre el viento, polvo molido del manzano y las islas machacadas de las hojas de la mañana, mientras la estrella cae, mientras la semilla del manzano alado se desliza, y cae, y flores en la herida bostezando a nuestros lados, mientras el mundo cae, silencioso como el ciclón de silencio.
II
Noche y los renos en las nubes sobre los pajares, ¡y las alas de la gran ave de presa encintada para la feria! ¡La saga saltarina de oración! Y alto, allí, en los vientos de talón de liebre graznan las grajas desde sus negros bethels[2] remontando el vuelo, ¡los sagrados libros de aves! ¡Entre los gallos el zorro rojo ardiendo como fuego! ¡Noche y la vena de aves en la alada muñeca de endrino del bosque! ¡Latido pastoral de sangre por las hojas enlazadas! ¡La corriente del bosque desde la muñeca del sacerdote negro y mangas de escarcha de cardo del estruendo y cuento del ruiseñor! ¡ El fantasma alzado de la cañada desgarrada al canto y la colina surcada de cipreses! ¡ El estrépito y el cuento en el patio descremado de la lluvia de suero de leche en el cubo! ¡El sermón de sangre! ¡La vena ruidosa del pájaro! ¡La saga desde tritones al serafín saltador! ¡Los grajos evangélicos! Todos cuentan, esta noche, de él, quien viene tan rojo como el zorro y astuto como el viento de talón. Y el potro se mueve por el agitado lago verde, silencioso, en los despertares de los vientos. ¡Música de elementos, que hace un milagro! Tierra, aire, agua, fuego, cantando en el acto blanco, la de pelo dorado, mi amor dormida, y la de ojos azules, en la casa aureolada, en su rareza y cabalgando la alta colina, sostenida y bendecida, y verdadera, y tan quieto yaciendo el cielo podría cruzar sus planetas, el llanto de la campana, la noche junta sus ojos, la caída del ladrón sobre los muertos como el inevitable rocío, ¡sólo para el giro de la tierra en su sagrado corazón! Astutamente, lentamente, escuchando la herida en su costado va alrededor del sol, él viene a mi amor como la nieve designada, y él fluye sinceramente a la hebra de flores como el mar gobernado por el rocío, y seguramente él navega como nubes con forma de barco. Oh, él viene designado a mi amor no para robar su marea rastrillando su herida, ni su alto cabalgar, ni sus ojos, ni su pelo encendido, sino su fe, que cada vasta noche y la saga de oración él viene a tomar su fe que esta última noche, para su profano bien, él viene a dejarla en el despertar del sol sin ley, desnuda y abandonada, para causar dolor él no vendrá. Siempre y siempre por todas tus promesas, cree y teme, mi querida, él viene esta noche y noche sin fin, mi querida, desde que naciste: y tú despertarás, desde el sueño del campo, este amanecer y cada primer amanecer, tu fe tan inmortal como el clamor del sol gobernado.
[1] Lo más santo de un lugar santo.
[2] Casas de Dios, palabra hebrea.
traducción: HM