De la primera fiebre del amor a su plaga

Autor: Dylan Thomas

De la primera fiebre del amor a su plaga, del suave segundo y al minuto vacío del vientre, del despliegue a la calavera tijereteada, el tiempo por pecho y la edad del delantal verde cuando ninguna boca se agitó por el hambre colgante, todo el mundo era uno, una nada ventosa, mi mundo fue cristianizado en una corriente de leche. Y la tierra y el cielo eran como una colina airosa. El sol y el carácter derraman una luz blanca.
De la primera impresión de los pies descalzos, la mano elevándose, el rompimiento del pelo, de la primera fragancia del corazón, el fantasma de advertencia, y la primera maravilla muda ante la carne, el sol era rojo, la luna era gris, la tierra y el cielo eran como dos montañas encontrándose.
El cuerpo prosperó, dientes en las encías medulares, los huesos creciendo, el rumor de la semilla de hombre dentro de la glándula sagrada, la sangre bendijo al corazón, y los cuatro vientos, que durante tanto tiempo soplaron como uno, brilló en mis orejas la luz del sonido. Y la arena multiplicándose era amarilla, cada grano dorado escupía vida en su compañero, verde era la casa cantarina.  
La pluma que mi madre recogió maduró lentamente, el chico que ella dejó caer desde la oscuridad a su lado en el regazo lateral de luz creció fuerte, estaba musculoso, enmarañado, sabio hasta el muslo lloroso, y a la voz que, como una voz de hambre, escocía en el ruido del viento y el sol.
Y de la primera declinación de la carne aprendí la lengua del hombre, a torcer las formas de pensamientos en el idioma pétreo del cerebro, para sombrear y tejer de nuevo el retazo de palabras dejadas por los muertos quienes, en su acre sin luna, no necesitan el calor de la palabra. La raíz de lenguas termina en un cáncer expuesto, que no tenía un nombre donde las larvas tienen su X.
Aprendí los verbos del futuro, y tuve mi secreto, el código de noche golpeado sobre mi lengua, lo que había sido una eran varias mentes sonoras.
Una herida, una mente, vomitó la materia, un pecho dio una chupada al asunto de la fiebre, del cielo divorciándose aprendí el doble, el globo de dos cuadros que giró en una marca, un millón de mentes dieron una chupada a tal capullo mientras bifurco mi ojo, la juventud se condensó, las lágrimas de primavera se disolvieron en verano y las cientos de estaciones, un sol, un maná, calentado y alimentado.

traducción: HM

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