Autor: Alvaro Correa
Descerebrados seguidores del anarcocapitalismo libertario insisten con su prédica provocadora de arcadas. La imbecilidad potenciada ad infinitum por un circo de energúmenos que no entienden otro idioma que la violencia diarreica se impregna en los medios de comunicación que se asumen opositores, pero que reconocen en el estilo salvaje y chabacano del líder a un mesías que castigará a pobres y empleados estatales, hasta reducirlos a la ignominia de la inanición.
Este es el panorama argentino a sólo nueve meses del embarazoso gobierno mileísta que ha llevado todos los indicadores de indigencia y decadencia moral al subsuelo donde recluta cloacas policiales que reprimen a niñas y viejos. Asco es poco para calificar la conducta de los estúpidos creyentes en este Moisés del subdesarrollo que se solaza con el cuerpo de Yuyito, pretendiendo remedar a su ídolo Menem, cuya catadura humana era tan simiesca como la del presidente actual.
Al recorrer los comercios y negocios desolados de los distintos barrios porteños (y de todo el país) vomito bronca y desolación. Al comprobar las medidas que adoptan todos los días para hundir a la industria nacional y satisfacer a ricachones malvivientes directamente lloro y gimo desconsolado. Son las famosas “lágrimas de zurdo”, que expresan el horror por tamaña vulgaridad de especie humana, de un egocentrismo y megalomanía descomunal, que lo hace a menudo perder los hilos de las conversaciones (ni qué hablar de sus discursos que parecen escritos y pronunciados por un intelectual fracasado).
Esto pinta horrible, como un 2001 potenciado y llevado al paroxismo del entreguismo y la locura de ajustes feroces. Los personajes que lo rodean y que fungen de ministros son tan patéticos y deleznables como él. Ni que hablar de la vice Victoria, aprendiz de torturadora y circunspecta defensora de criminales aviesos. Recordar sus nombres sólo incrementa el revoltijo estomacal, prepara una defecación espantosa. Y es que lisa y llanamente, y cómo sostiene el buen sociólogo Atilio Borón, “éste es un gobierno de mierda”, que sólo puede aportar mierda y delirios trumpescos o bolsonaristas al éter.
El embarazo de Milei ha parido un engendro. Su elenco ministerial plagado de delincuentes natos –eso sí, la mayoría de cuello blanco- se completa con el apoyo de especímenes como Macri o diputados radicales comprados. Después hay periodistas y jueces que contribuyen con su apoyo a la debacle generalizada, a la tristeza infinita que hoy embarga a millones de argentinos que padecen inseguridad alimentaria, con un sistema de salud colapsado y un sistema educativo que se resiste blandamente, buscando explicaciones caprichosas a los momentos horribles que se atraviesan cotidianamente, o persiste en la derrota de la batalla cultural en redes sociales, donde el apogeo mileísta se sustenta en la X del amigo Musk y mensajes mercantilizados de Tik-Tok.
El engendro es la indignidad, la mafia oligárquica que lo conchabó lo sabe. La gente está apaleada y dominada como en un reality de perdición y decadencia. Todo intento de combatir el estado nauseoso se aplaca con operaciones de prensa berretas que llenan espacios en noticieros sumisos. Por ejemplo, el artefacto explosivo que enviaron al líder de la Sociedad Rural fue una auténtica cagada. Ningún vegano o kirchnerista pergeñaría un atentado tan mal hecho, que apenas le raspó una uña a la secretaria sorprendida. Lo que debe estallar aquí es la Sociedad Rural entera, volarla por los aires y entonces sí estaríamos ante una reacción seria y justa a todas las agresiones y humillaciones padecidas de estos adláteres del cretinismo.
Esta es la náusea del mileísmo en estado puro. Y eso que no nos referimos a su cipayismo y su posicionamiento con los estados genocidas de Israel y Estados Unidos, lo que es totalmente lógico, cuando lo que se está perpetrando es un genocidio del pueblo argentino (¿qué son los viejos muertos que no pudieron pagarse el tratamiento contra el cáncer o que murieron en la calle de frío?). Todo esto, acompañado del carácter escatológico y pedófilo del gobierno mileísta y La Libertad Avanza.