Autor: Dylan Thomas
I
La mitad de su padre-compañero cuando él dobla su Adán chupado de mar en el armatoste hueco, mitad de madre-compañera mientras ella moja al buzo de mañana en su leche caliente, sombras bisectadas en el rayo del hueso del trueno para la sal nonata.
La mitad compañera fue congelada mientras burbujeaba el manantial corrosivo del buche del iceberg, la compañera semilla y sombra mientras balbuceaba el columpio de leche que se empenachaba en la papilla, porque la mitad del amor fue plantada al perdido y desplantado fantasma.
Las mitades rotas son compañeras en un lisiado, la muleta que la médula golpea sobre su sueño, cojo en la calle del mar, entre la chusma de cabezas y vejigas con lengua de marea en lo profundo, y estacar a los durmientes en la salvaje tumba que ríe el vampiro.
Las mitades del retazo se hendían al correr la madera de los cerdos salvajes, y el limo sobre los árboles, chupando la oscuridad, besadas en el cianuro, y soltaron de sus cabellos a las víboras trenzadoras, las mitades giratorias se cornean mientras taladran al ángel arterial.
¿De qué color es la gloria, la pluma de la muerte? Tiemblan las mitades que perforan la punta del alfiler en el aire, y pinchan el cielo manchado del pulgar a través del dedal. El fantasma es mudo que tartamudeaba en la paja, el fantasma que incubó sus estragos mientras volaba ciego su ojo rastreador de nubes.
II
Mi mundo es pirámide. El acolchado muro llora en el desierto ocre y el verano incisivo de sal. Mi armadura de Egipto abollada en su hoja, raspo a través de la resina un hueso estrellado y un parhelio de sangre. Trozo mi carne que traqueteaba en los patios rojos en una salva austríaca. Escucho, a través de los tambores de hombres muertos, a los muchachos acribillados, atornillando sus entrañas desde una colina de huesos, llora Eloi a las armas.
Mi tumba está aguada por el Jordán que cruza. La fosa ártica y la cuenca del sur, gotean en el jardín muerto de mi casa. Quien me busca hacia la tierra, marcando en mi boca las pajas de Asia, me perderá cuando gire a través del grano atlántico.
Las mitades compañeras que, hendidas al girar en mareas de fundición, se enredan en conchas, dando barbas al diablo nonato, sangre desde mi ardiente tenedor y huelen mis talones. La lengua de la charla celestial mientras me deslizo atando la capucha de mi ángel.
¿Quién sopla la pluma de la muerte, qué gloria es el color? Yo soplo la pluma en la vena. El lomo es gloria en una palidez de trabajo. Mi arcilla sin envolver y mi sal nonata, el niño secreto, tamizo mi muslo sobre el mar seco a medio rastrear.
traducción: HM