Autor: Dylan Thomas
Un santo a punto de caer, los planos manchados del cielo golpeados y arrasados hasta los dobladillos besados de su chal, en la última ola callejera alabó el desenrollar, canción por la roca, de la pared tejida, de la casa de su padre en las arenas, el desvanecimiento del trabajo de nave musical y las campanas lanzadas, la carraspera del reloj que cuenta la sangre detrás de un rostro de manos, sobre el Etna angelical del último zumbido de las tierras de pluma, pies con talón de viento en el agujero de una bola de fuego, himno a su marchito rebaño, en la punta del último carro con vino derramado de pozos cantó el cielo hambriento y el pan de Cristo de corte rápido escupiendo vinagre y todos los laberintos de su alabanza y lengua envidiosa se labraron en llamas y bombas.
La gloria se resquebrajó como una mosca. Los santos candelabros de hojas soleadas se redujeron a un árbol chamuscado con un tallo de brotes negros, los dulces barcos con agallas de pez trayendo sangre acechada a través de un mar lastrado con un abrazo de sanguijuelas y pajas, el cielo cae con su caída y una campana torcida batió el aire izquierdo. Oh, despierto en mí, en mi casa, en mi barro de la entrepierna de las orillas chillonas, sacado del rompecabezas de la ciudad carbólica en un lecho de llagas, la base de escayola del cielo familiar, las raíces elevadas de las nubes. Desde un extraño cuarto en una cada de mirada dividida, leche en tu boca, a las amargas corrientes que entierran la dulce calle lentamente, veo el cráneo de la tierra ser alambrado con una guerra de ardientes cerebros y cabello.
Golpe en el pueblo de la bomba de tiempo, levanta las vigas vivas del tímpano, lanza tu temor una parcela de piedra a través del asilo oscuro, solapado entre Herodes se lamenta mientras su hoja marcha en que los ojos ya están asesinados, el corazón almacenado es forzado, y la agonía tiene otra boca que alimentar. Oh, despierta para ver, luego de una noble caída, al viejo barro eclosionar de nuevo, el horrendo dolor gotea de las manos de trapo y la esponja prensada de la frente, el aliento retrocede como un rayo a través de aceite blanco y un extraño ingresa como hierro. Llora, alegría que golpea como bruja a la segunda partera, hostigas en mares revueltos tan gentil y haces un movimiento de pulgar y sol, una plaza de toros atronadora de tu isla silenciosa y rodeada de chicas.
traducción: HM