Autor: Dylan Thomas
Cuando el crepúsculo no terminé más, encerrado en el largo gusano de mi dedo, ni condene el mar que se precipita sobre mi puño, la boca del tiempo chupado, como una esponja, el ácido lechoso en cada bisagra, y trague en seco las aguas del pecho.
Cuando el mar galáctico fue chupado y todo el lecho marino seco abierto, yo envié a mi criatura a explorar el globo, aquel globo de pelo y hueso que, segado para mí por el nervio y cerebro, había ensartado mi frasco de materia a su costilla.
Mis fusibles están cronometrados para cargar su corazón, él sopló como pólvora a la luz y mantuvo un pequeño shabat con el sol, pero cuando las estrellas, asumiendo forma, dibujaron en sus ojos las pajas del sueño él hundió las magias de su padre en un sueño.
Blindados de todo tipo, de la tumba, el cáncer pelirrojo aún vivo, los ojos con cataratas que filmaron su tela, algún muerto deshizo sus gruesas mandíbulas, y bolsas de sangre dejaron salir sus moscas, él tenía de corazón el calvario de la muerte de Cristo en la Cruz.
El sueño navega las olas del tiempo, el seco Sargasso de la tumba abandona a sus muertos para tal mar trabajador, y el sueño se enrolla mudo sobre las camas donde la comida de los peces alimenta a las sombras que contemplan el cielo a través de las flores.
Cuando una vez se giraron los tornillos crepusculares, y la leche materna estaba rígida como arena, yo envié a mi propio embajador a la luz, por truco u oportunidad él se quedó dormido y conjuró una forma de carcasa para robarme mis fluidos en su corazón.
Despierta, mi durmiente, al sol, un trabajador en el pueblo de la mañana, y deja el sicofante de amapola donde yaces, las defensas de la luz están bajas, todos menos los jinetes más rápidos lanzados y mundos colgados sobre los árboles.
traducción: HM