Yo, en mi intrincada imagen

Autor: Dylan Thomas

I
Yo, en mi intrincada imagen, paso en dos niveles, forjado en minerales del hombre, el orador descarado poniendo mi fantasma en metal, las escalas del paso de este mundo gemelo en el doble, mi mitad fantasma en armadura se mantiene duro en el corredor de la muerte, al deambular de mi hombre de hierro.
Comenzando con condena en el bulbo, la primavera se desata, brillantes como sus ruedas giratorias, la estación cólica trabajó sobre un mundo de pétalos, ella enhebra la savia y agujas, lanza sangre y burbuja a las raíces de los pinos, levantando al hombre como una montaña de la entraña desnuda.
Comenzando por condena en el fantasma, y las maravillas brotando, imagen de imágenes, mi fantasma de metal esforzándose a través del cencerro, mi hombre de hojas y la raíz de bronce, mortal, inmortal, yo, en mi fusión de rosa y movimiento viril, creo este milagro gemelo.
Esta es la fortuna de la humanidad, el peligro natural, una torre de campanario, deshuesada y sin amo, ninguna muerte más natural, así el hombre o buey sin sombra, y el diablo retratado, en captura de silencio comete la molestia muerta. El natural paralelo.
Mis imágenes acechan los árboles y el túnel de la savia oblicua, ninguna zancada más peligrosa, los pasos verdes y el monte de la aguja a paso de hombre, yo con el insecto de madera en el árbol de ortigas, en el lecho vidrioso de uvas con caracol y flor, escuchando el clima de otoño.
Intrincada humanidad del final, los rivales inválidos, viajando como las agujas del reloj desde el puerto simbólico, descubriendo el final de agua, en la terraza de los consumistas despidiéndose dos veces, navego sobre el nivel, la aventura que parte, a la llegada soplada por el mar.

II
Ellos trepan el pináculo del país, el encuentro de doce vientos por la hueste blanca en los pastos, arrincona los prados montados en el corral de la colina, ellos ven el tropiezo de la ardilla, el caracol del rebaño va vertiginosamente alrededor de la flor, una batalla de climas y árboles en la espiral ventosa.
Mientras ellos se sumergen el polvo se establece, las gravas cadavéricas, cae gruesa y firmemente, la carretera de agua donde el oso marino y la caballa giran el largo mar arterial, volviendo la cara de petróleo ciega al enemigo, girando a los muertos sin jinete junto al muro del canal.
(Muerte instrumental, partiendo el largo ojo abierto, y la llave espiral en mano, tu sacacorchos de tumba centrado en ombligo y pezón, el cuello de la fosa nasal, bajo la máscara y el éter, ellos están haciendo sangrienta la bandeja de cuchillos, el funeral antiséptico, trae la patrulla negra, tus oficiales monstruosos y el ejército decadente, el sacristán centinela guarnecido bajo los cardos, un gallo en un estercolero, croándole a Lázaro que la mañana es vanidad, el polvo ha de ser tu salvador bajo el suelo conjurado.)
Mientras ellos se hunden la campanilla viaja, dulcemente la campana del buzo en el campanario de su equipo suena en la escala del mar Muerto, y aplastado en el agua hasta que el tritón cuelga ensartado por la ballena alga de lino, desde la balsa del verdugo ellos escuchan los rompecristales de sal y las lenguas de entierro.
(Tirar el huso de mar lateral, la tierra acanalada girando, que el estilete del rayo deslumbra este rostro de voces sobre la mesa de la luna girada, dejo que el disco de cera balbucee vergüenzas y los deshonores húmedos, el raspado de reliquia. Estos son los grabadores de tus años. El mundo circular se para quieto.)

III
Ellos sufren el agua viva donde la tortuga mordisquea, vienen a los torres atascadas en el mar, a escala de la fibra, el vuelo del cráneo carnal y el dedal escalonado, sufren, mis confusiones, que un ángel doble brote de mis armarios de piedra como un árbol en Aran.  
Sea por tu único fantasma atravesado, su virola puntiaguda, bronce y la imagen sin cuerpo, en un palo de locura engarzado en estrella en el ángulo de Jacob, colina de humo y valle de lúpulo, y el Hamlet de cinco brazas en el coral de su padre impulsando la visión de pulgar hasta la milla de hierro.
Sufre el tajo de la visión por el rastrojo verde aleta, estar junto al mar de las naves roto en la cuerda del hombre anclada, los huesos horneados viajan hacia abajo en el naufragio del músculo, ríndanse amantes, cerrando, y la lucha de la cera del mar, amor como una niebla o fuego a través de la cama de anguilas. Y en las pinzas del círculo hirviente el mar e instrumento, contraseña en las claves del tiempo, el hierro de mi gran sangre solo en la ciudad que vierte, yo, en un viento de fuego, desde la cuna verde de Adán, ningún hombre más mágico, arañó al cocodrilo.
El hombre fue las escalas, la muerte aves en esmalte, cola, Nilo, y hocico, un talabartero de los juncos, tiempo en las casas sin horas, sacudiendo el cráneo en eclosión marina, y  en cuanto a aceites y ungüentos sobre el grial volador, todos los hombres huecos lloraron por su ropa blanca. El hombre era una máscara de cadáver, el manto de aprovechamiento, ventosa ama del hombre era la braza podrida, mi fantasma en su neptuno de metal forjado en el mineral del hombre. Esto fue el dios del comienzo en el intrincado remolino de mar, y mis imágenes rugieron y se levantaron en la colina del cielo.

traducción: HM

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