Autor: Dylan Thomas
Acompañé al sueño que me besó en el cerebro, dejo caer la lágrima del tiempo, el ojo del durmiente, cambiando a la luz, me encendió como una luna. Así, planeando de talón, volé a lo largo de mi hombre y caí en el sueño y el cielo superior.
Huí de la tierra y, desnudo, trepé el clima, alcanzando el segundo suelo lejos de las estrellas, y allí lloramos yo y un otro fantasmal, mis ojos de madre sobre las copas de los árboles, hui de aquella tierra tan ligeramente como una pluma.
El globo de mi padre golpea en su nave y canta ‘Esto que pisamos era, también, tierra de tu padre’. ‘Pero ésta que pisamos carga bandas angelicales, dulces son sus rostros paternales en sus alas’. ‘Estos son solo hombres soñando. Respira, y se desvanecen’.
Desvanecido mi fantasma del codo, ojos de madre, como soplando sobre los ángeles, me perdí en esa costa de nube, a cada tumba aferrada una sombra, soplé a los compañeros soñando a su cama donde todavía duermen desconociendo a su fantasma.
Entonces toda la materia del aire viviente levantó una voz y, trepando sobre las palabras, pronuncié mi visión con una mano y pelo, cuán liviano el sueño en esta estrella de soja, cuán profundo el despertar en las nubes mundanas.
Allí crece la escalera de horas al sol, cada peldaño un amor o perder hasta el último, las pulgadas montadas por la sangre de hombre. Un hombre viejo, loco, aún trepando en su fantasma, el fantasma de mi padre está trepando en la lluvia.
traducción: HM