Lamento

Autor: Dylan Thomas

Cuando era un niño ventoso y un poco, y la escupida negra del pliegue de la capilla (suspiró la vieja vara de carnero, moribunda de mujeres), me puse tímido de punta de pies en el bosque de grosellas, el rudo búho gritó como una teta reveladora, salté ruborizado mientras las chicas grandes rodaban nueve bolos abajo en lo común del burro, y en las noches de domingo de balancín cortejé a quienquiera que fuera con mis ojos perversos, podría amar toda la luna y dejar a todas las esposas de pequeñas bodas de hojas verdes en el arbusto negro carbón, y dejarlas lamentarse.
Cuando fui un hombre racheado y medio y la bestia negra de los asientos de los escarabajos (suspiró la vieja vara de cordero, moribunda de putas), no un muchacho y un poco en la luna menguante y borracho como un ternero recién parido, silbé toda la noche en las chimeneas retorcidas, crecían comadronas en las cunetas de medianoche, y las sábanas chisporroteantes de la ciudad gritaban ¡Rápido!,  dondequiera que me zambullía en un banco de arena a la altura del pecho, dondequiera rampé en los edredones de trébol, hiciera lo que hiciera en la noche negra-carbón, dejé mis huellas temblorosas.
Cuando yo era un hombre tú podías llamar a un hombre y la cruz negra de la casa sagrada (suspiró la vieja vara de cordero, moribunda de bienvenida), brandy y maduro en mi principal, baja postura, ninguna cola de primavera desgarrada en la ciudad al rojo vivo con cada mujer a fuego lento su ratón, salvo un toro robusto en el sofocón de verano, viene en su grandioso buen tiempo a los bochornosos rebaños que empujan, dije yo, oh, suficiente tiempo cuando la sangre corre fría, y yo solo me acostaba para dormir en la cama, ¡por mi alma enfurruñada, acechante, negra como el carbón!
Cuando fui la mitad del hombre que era y me servía justo como advierten los predicadores (suspiró la vieja vara de cordero, moribunda de perdición), no ternero agitado ni gato en llamas o toro en hierba láctea sino una oveja negra con un cuerno arrugado, al fin el alma de su asquerosa ratonera hizo pucheros cuando vino el tiempo de la cojera, y yo le di a mi alma un ojo lacerado, ciego, cartílago y corteza, y una vida de bramadores, y lo lancé hacia el cielo negro carbón para descubrir un alma de mujer para una esposa.
Ahora ya no soy más un hombre, no más, y una negra recompensa para una vida rugiente (suspiró la vieja vara de cordero, moribunda de extranjeros), ordenado y maldito en mi cuarto arrullado por la paloma me acuesto delgado y escucho las buenas campanas repicar por, oh, ¡mi alma encontró una esposa de domingo en el cielo negro carbón y ella parió ángeles! ¡Arpías a mi alrededor salen de su vientre! La castidad ruega por mi, la piedad canta, la inocencia endulza mi último aliento negro, la modestia oculta mis muslos en sus alas, ¡y todas las virtudes mortales plagan mi muerte!

traducción: HM

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