Autor: Dylan Thomas
Este día que está terminando ahora, al final del verano acelerado de Dios en el torrente de sol salmón, y en mi casa sacudida por el mar sobre un quebradero de rocas enredado con chirridos y fruta, espuma, flauta, aleta y pluma en la pezuña danzante de un bosque, junto a arenas de estrellas de mar, ensuciadas, con su cruz de pescadora, gaviotas, piparras, berberechos y caracoles, allí afuera, cuervo negro, hombres derribados con nubes, que se arrodillan en las redes de la puesta del sol, gansos casi en paraíso, chicos apuñalando, y garzas y conchas que hablan los siete mares, aguas eternas lejos de las ciudades de nueve noches de días cuyas torres atraparán en el viento religioso como tallos de paja alta y seca, a la pobre paz yo canto, a ustedes, extranjeros (aunque la canción sea un acto con corteza y ardiente, el fuego de pájaros en el bosque cambiante del mundo, para mi cisne, sonidos extendidos), de estas hojas entumecidas por el mar que volarán y caerán como hojas de árboles y tan pronto como se desmoronen e inmortales en la noche de día de perros. Mar adentro el salmón, el sol chupado se desliza, y los cisnes mudos taladran azul la oscuridad concentrada de mi bahía, mientras acecho este revoltijo de formas para que tú sepas cómo yo, un hombre girando, glorifico también esta estrella, pájaro rugió, nació el mar, hombre desgarrado, sangre bendecida. Escucha: yo trompeteo el lugar, ¡del pez a la colina saltarina! Mira: construí mi arca bramante al mejor de mis amores mientras la corriente comienza, fuera de la cabeza de la fuente, del temor, léase rabia, hombre vivo, fundido y montañoso a raudales sobre la herida dormida, granjas vacías de oveja blanca a Gales en mis brazos. Uh, allí, en guardia del castillo, ustedes, búhos reyes del canto, ¡quienes con rayo de luna corren el parpadeo y se zambullen en el valle del ciervo peludo muerto! Hola, sobre la colina aplomada, oh, mi paloma erizada de anillo en el ulular, cercana a la oscuridad con Gales y la graja reverente, cacareando la alabanza del bosque, ¡que aluna sus notas azules desde su nido a la manada de zarapitos! Oh, conmocionando el ágape del clan, ¡con la desdicha en el pico, en las capas cotorreando! ¡Ey, cabalgando en la colina, jugueteando con la liebre! Quien escucha, allí, esta luz de zorro, el estruendo de mi barco de corriente mientras tallo y golpeo (un choque de bullicios para mi golpeteo y violín, esta tonada sobre el globo hinchado) aunque animales gruesos como ladrones sobre los rudos suelos tambaleantes de Dios (¡saludo su bestialidad!). Bestias que duermen bien y delgadas, ¡chistan en los bosques del cerdo invertido! Las granjas huecas de pajares en tropel de aguas que cacarean y se aferran, ¡y la guerra espantapájaros de los techos del granero! Oh, reino de vecinos con aletas talados y acanalados, destello para mi parche, arca de trabajo y brillo de luna bebiendo al Noé de la bahía, con piel, escamas y vellón: sólo el ruido ahogado de las campanas de las ovejas e iglesias, pobre paz mientras el sol se pone y oscuros bajíos en cada campo santo. Cabalgaremos afuera solos entonces, bajo las estrellas de Gales, ¡lloren, multitudes de arcas! A través de las tierras tapadas por el agua, ellos se moverán tripulados con sus amores como islas de madera, de colina a colina. Hola, ¡mi paloma prohijada con una flauta! Oye, viejo, zorro de pies de mar, ¡la teta de Tom y el ratón Dai! Mi arca canta en el sol, al final del verano acelerado de Dios, y la corriente florece ahora.
traducción: HM