Autor: Dylan Thomas
La luz irrumpe donde no brilla el sol, donde no corre ningún mar, las aguas del corazón empujan en sus mareas, y, fantasmas rotos con luciérnagas en sus cabezas, las cosas de la luz vuelan a través de la carne donde no hay carne que cubra los huesos.
Una vela en los muslos, calienta la juventud, y semilla y arden las semillas de la edad, donde ninguna semilla se agita, el fruto del hombre se desarruga en las estrellas, brillante como un higo, donde no hay ninguna cera, la vela muestra sus cabellos.
El amanecer irrumpe detrás de los ojos, desde los polos del cráneo y de los dedos del pie la sangre ventosa se desliza como un mar, no cercados ni estacados, los borbotones del cielo chorrean a la vara adivinando en una sonrisa el aceite de lágrimas.
La noche se redondea en los zócalos, como una luna de brea, el límite de los globos, el día ilumina el hueso, donde no hay frío, los vendavales deshojan las túnicas de invierno, la película de primavera está colgando de los párpados.
La luz irrumpe en destinos secretos, en cimas de pensamiento donde pensamientos huelen en la lluvia, cuando la lógica muere, el secreto de la tierra crece a través del ojo, y la sangre salta en el sol, sobre las parcelas vacías se detiene el amanecer.
traducción: HM