Kosovo, otro engendro de la OTAN que deriva hacia un estado guerrero

Autor: Bahut Shaquere

Las autoridades de Kosovo cerraron ayer cinco instituciones estatales que trabajaban con la minoría serbia, en una movida que fue inmediatamente criticada por Estados Unidos y que seguramente elevará las tensiones con el país vecino, corazón de la antigua y gloriosa Yugoslavia de Tito.  

Elbert Krasniqi, ministro de administración local de Kosovo, confirmó la clausura de las agencias en el norte, con un tuiteo que argumentaba que “violaban la constitución y leyes de la República de Kosovo”.

El embajador estadounidense en la diminuta republiqueta balcánica, manifestó su “preocupación y decepción con las continuas acciones antojadizas del gobierno kosovar, que han tenido un impacto y efectos negativos en la comunidad serbia y otras minorías que moran en el aguantadero marcial de la OTAN devenido en nación en 2008, cuando inició la Guerra de los Balcanes.

Y es que en la práctica, o al menos para los serbios que viven allí, las cosas no han cambiado en absoluto, pues dependen del abastecimiento y presupuestos del estado serbio, que jamás reconoció a esta nación de pacotilla, en la cual los albaneses hoy se regodean, con sus paisajes post-apocalípticos de edificios baleados y cementerios fantasmales. Belgrado nunca dejó de considerarlo un territorio propio con un elevado grado de autonomía, al punto de pretender resucitar las guerras que acabaron con la próspera Yugoslavia.

Hasta 1999, cuando comenzaron los bombardeos de la OTAN, Kosovo era una provincia serbia, en la que grupos albaneses separatistas luchaban contra lo que consideraban el yugo serbio. Conformaron guerrillas bien entrenadas que se enfrentaron al ejército serbio, dejando un saldo de 13.000 muertos, la mayoría albaneses.

La derrota de los albaneses resultó agridulce, pues les valió la creación de Kosovo como país independiente, y desde entonces las relaciones con los serbios se pudrieron aún más. Jamás hubo progresos en las conversaciones, hasta que el año pasado se produjeron enfrentamientos directos entre la policía kosovar y pistoleros serbios que dejaron varios muertos.

Poco después de ese episodio, el presidente serbio Aleksandar Vucic y el primer ministro de Kosovo, Albin Kurti, se reunieron para sosegar los ánimos. Este mes, Pristina dijo que abrirá el puente sobre el río Ibar que divide a Mitrovica en el norte dominado por los serbios y el sur donde prevalecen albaneses. El puente ha estado cerrado por más de una década al tráfico vehicular. En 2011 los serbios levantaron barricadas y advirtieron que todo aquel que pase al lado serbio será sometido a una rigurosa limpieza étnica.

Ante la amenaza serbia, Kurti fue perdiendo el apoyo de sus socios de la OTAN cuando de manera unilateral cerró seis sucursales de un banco serbio. El malestar fue creciendo desde entonces en el norte de su diminuto país. En Mitrovica el ambiente está caldeado desde que las fuerzas de la OTAN aumentaron su número y equipamiento en las oficinas que dan al lado del sur del puente. Este año habrá elecciones parlamentarias en Kosovo, en una prueba para ver si el pueblo sigue apoyando las medidas extremistas de Kurti, que han disgustado tanto a sus jefes de la OTAN como a la comunidad serbia. Las derivaciones de este conflicto fácilmente podrían reanudar una guerra más de las tantas que se crean para la satisfacción de los intereses estadounidenses en Europa, por más que el embajador yanqui se muestre inquieto por los últimos sucesos.

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