Autor: Dylan Thomas
Antes de que llamara y dejara entrar a la carne, con manos líquidas golpeé sobre el vientre, yo, quien era tan informe como el agua que formó el Jordán cerca de mi casa, era hermano para la hija de Mnetha y hermana para el gusano paterno.
Yo, quien era sordo para primavera y verano, que no conocía a ningún sol ni luna por el nombre, sentí un ruido sordo bajo la armadura de mi carne, como aún estaban en una forma fundida las estrellas de plomo, el lluvioso martillo balanceado por mi padre desde su cúpula.
Yo conocía el mensaje del invierno, el granizo lanzado, la nieve infantil, y el viento era el pretendiente de mi hermana, el viento me saltaba, el rocío nacido del infierno, mis venas fluían con el clima oriental, no olvidado conocí la noche y el día.
Como aún olvidado, sufrí, el estante de sueños que mis huesos de lirios retorcieron en una cifra viviente, y la carne fue cortada para cruzar las líneas de cruces de horcas en el hígado y zarzas en los cerebros estrujándose.
Mi garganta conoció la sed antes que la estructura de piel y vena alrededor del pozo donde palabras y agua hacen una mixtura sin fallar hasta que la sangre corre sucia, mi corazón conocía el amor, mi panza el hambre, yo olía al gusano en mis heces.
Y el tiempo lanzó mi criatura mortal para ir a la deriva o hundirse sobre los mares conocidos con la aventura de sal de mareas que jamás tocan las orillas. Yo, que era rico fui hecho el más rico sorbiendo la vid de los días.
Yo, nacido de carne y fantasma, no era ni fantasma ni hombre, aunque un fantasma mortal. Y yo fui derribado por la pluma de mi padre. Yo fui un mortal hasta el largo último aliento que arrastró a mi padre el mensaje de su Cristo agonizante.
Tú, que te inclinas ante la cruz y el altar, recuerdame y ten piedad de Él, quien tomó mi carne y hueso por armadura y cruzó doblemente el vientre de mi madre.
traducción: HM