Autor: Bole Tali
Quienes se quejan de la inseguridad urbana son unos flojos cachivaches. El uso de catapultas y hondas para lanzar flechas y dardos de metal ha agravado la violencia y conduce a una crisis de heridas traumáticas en Sepik del Este, en Papua Nueva Guinea, de acuerdo con declaraciones de médicos y oficiales de policía alertas por los últimos ataques que dejaron casi cien muertos en la región, la mayoría mujeres y niños, como en el genocidio israelí en Gaza.
El mes pasado se produjeron ataques en tres remotas aldeas de Angoram, donde las armas arrojadizas de aborígenes jóvenes ocasionaron también casi mil heridos. La ONU tiene en el lugar una Oficina para Refugiados, pero hasta ahora los sobrevivientes de las matanzas no han hablado con la prensa. Durante los ataques, se produjeron también violaciones e incendios intencionales. El comisario del distrito provincial informó que las reyertas se deben a disputas territoriales entre comunidades aborígenes de siglos de antigüedad.
La violencia intertribal recurre a cualquier elemento de la naturaleza para provocar daños letales. Las catapultas diseñadas por los aborígenes han adquirido mayor precisión a pesar de haber sido diseñadas sin inteligencia artificial. Ahora son más silenciosas y punzantes, y la técnica belicista de los papuanos asombra a las fuerzas de seguridad occidentalizadas.
El gobernador Bird comentó que la furia homicida de los atacantes es alimentada por el consumo de alcohol y drogas alucinógenas. Además, advirtió que hay que tener en cuenta el fuerte crecimiento poblacional, y que las tierras cultivables se han tornado escasas en los últimos años. Accedimos a la grabación de su conferencia de prensa: “… Además no funciona la justicia y no contamos con suficientes policías. Recién ayer mandaron una patrulla que está intentando capturar a los asesinos. Estuvimos recorriendo los hospitales para visitar a los heridos, y que nos ayuden a atrapar a quienes perpetraron los ataques. A muchos les reventaron la cabeza con garrotes de hierro, así que será difícil recabar datos concretos. Los cirujanos están trabajando a destajo y en pocos casos pueden salvar vidas. Hasta ahora sólo hemos arrestado a cinco sospechosos, pero buscamos a unos treinta que han huido de sus aldeas. Más de doscientos desplazados necesitan comida, agua, elementos para higiene, ropa y ayuda psicológica para sobrevivir al trauma. La mayoría de los testigos no pudo expresar con palabras el horror que experimentó”.