Autor: Cullen, Countee
Las varias siembras pero sólo la cosecha elegida, feliz el desdichado huésped si el día es breve, eso con el fresco olvido del sueño, una noche sin amanecer puede calmar lo súbito del dolor.
Si del suelo que nuestro sudor enriquece brota una magra flor para que nuestras manos cosechen, la acostumbrada indigencia provoca un grito de alabanza de que la vida se vuelva tan pródiga.
Ahora te acompaño regiamente a tu propio, mira donde quieras, tan lejos como el ojo pueda ver, tus pequeñas semillas han crecido a una completud, y el fruto dorado está maduro en cada árbol.
El tuyo no es un don de hada, ninguna herencia sin trabajo, a las cuales aspiran las voluntades débiles, este es un salario de mérito y ganado con dolor, de uno que sostiene que sus sirvientes merecen su contratación.
Así los más tímidos de tus sueños se hicieron realidad, hechos no de arena sino de sólida roca, impregnables a todo lo que pueda acumularse de rabia elemental: tormenta, angustia y conmoción.
traducción: HM