Autor: McKay, Claude
Tu cuerpo siempre fue una celda sagrada, una joya que se tornó aburrida en luz deslumbrante, un ópalo que bajo mi mirada maravillada resplandeció raramente, suavemente palpitante en la noche.
Yo toqué tu carne con manos reverenciales, porque tú eras dulce y tímida como una flor que florece de arenas tropicales estériles, derramando su perfume en una hora dorada.
Tú te rendiste a mi tacto con gracia gentil, y aunque mi pasión era una marea poderosa que te enterró bajo su fuerte abrazo, tú aún estabas feliz en la tumba del momento.
Aún más que la pasión consumada para mí, más que los inmemoriales esponsables cantados, era el cálido estremecimiento que me derritió al ver tu limpio cuerpo marrón, hermoso y joven, la alegría en tu madurez al fin, la paz que llenó mi alma como un vino refrescante, cuando tú respondiste a mi tierna fuerza, y presionaste tu corazón exultante en el mío.
¿Cómo podría yo con semejantes recuerdos de ti encontrar formas más groseras de fruición de amor? No, más bien como un fantasma perseguiría a los fantasmas de hada de mi mente solitaria.
traducción: HM