Autor: Robert Boleslavsky

Aquí no ha fallado ningún servicio secreto. Quienes se creen las noticias de ketchup y rojo carmesí colegirán que una bala pasó rozándole la oreja, y que Trump se salvó porque verdaderamente está protegido por el Dios Todopoderoso de los estadounidenses que quiere ver a “America great again”. Porque la contienda con su colega tan plutócrata y geronte como él, parecía tenerla ganada antes del intento de asesinato, y ahora ya la tiene en su bolsillo, y en su rol de héroe de la cultura grasienta y cretina de la ignorancia, cuya religión es el individualismo extremo con mezcla de codicia por el poder y el dinero.

El republicanismo estadounidense ha engendrado sólo monstruos de retorcida moral, acomodada a un evangelismo cínico e hipócrita. Trump es una muestra gratis impresionante del sueño americano, un outsider de la política convocado a arreglar las cosas en un país totalmente desquiciado por la libre venta de armas, el guerrerismo y el consumismo recalcitrante: el apogeo del necrocapitalismo post-apocalíptico que se avecina, gobernado por la plutocracia global de la que él es el miembro más selecto.

Entonces el joven Brooks, un pueblerino que odiaba el republicanismo y a la mafia de Don Aldo que se apoderó de él, aprovechando que había un mitín cerca de su casa, que como todo joven estadounidense que se repute de independiente, tenía su auto y su rifle semiautomático AR-15, maravilla que permite de muy lejos que tipos torpes, cobardes y mañosos tengan una puntería bestial, fue hasta el lugar de la convocatoria, estudió el lugar y como un republicano fanático de las armas, la pornografía y la cocaína, mezcló todo en su cerebro y entendió que era su hora, que hay que dejarse de joder con una democracia cooptada y subsumida a los intereses de los superricos, patoteando y extorsionado como un matón de pacotilla a todos los países del mundo.

Y el pulso le falló al guacho. Pensó que iba a pasar a la historia y enseguida lo liquidaron con un balazo en la sien, en menos de cinco segundos. El no tomó precauciones para la huida. La segunda etapa de su plan era inmolarse con su auto lleno de explosivos y cargarse a unos cuantos guardaespaldas. A veces conviene más el método de las Manos de Filippi, con un sacapuntas y un lápiz puede alcanzar para clavar a un presidente en la frente.

Ahora la partida parece perdida. Se desconoce aún si los disconformes con el deterioro cognitivo de Biden lograrán imponer su ruego de que lo bajen de la montaña rusa en que se ha mantenido, del pantanal aberrante de la guerra de Ucrania, del genocidio israelí en Gaza, de la continuidad de políticas malévolas, imperiales y neocoloniales, que ni se dejaron de usar para sobreseer a Julian Assange, que ahora intentará recuperar su salud mental y su vida destrozada por años de persecución e infamia, sólo por publicar filtraciones de ocurrencias imbéciles de diplomáticos estadounidenses.

Esto se decidirá en agosto, cuando se estén celebrando los Juegos Olímpicos en una Paris asquerosa que acaba de convalidar un statu quo macronista repulsivo, donde prevalece la ideología trumpista y desde donde se solidarizaron y enviaron hartos deseos de recuperación y una pronta segunda presidencia para la mafia plutocrática global amparada en los populismos grotescos que se apegan a las morisquetas o jugarretas verbales de energúmenos incontinentes como Trump, a quien, casualmente, sólo se lo pudo condenar por pretender ocultar su encuentro con una prostituta de élite.

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