Autor: McKay, Claude
Ayer llovió todo el día, y en toda la noche no pude dormir, la lluvia incesante golpeaba sobre el tejado como una extraña canción, sobre el césped como pies de niños corriendo. Y por las montañas besaba a la oscura nube, como una extraña figura vestida de fino velo, deslizándose lentamente, silenciosamente, la niebla envolvente, y anidada suave contra el seno húmedo de la tierra.
¡Pero sí, hubo un milagro al amanecer! El aire quieto se agitaba al tacto de la débil brisa, el sol legó una lámina de oro al prado, los cantores gorjeaban en el crujido de los árboles. Y todas las cosas estaban transfiguradas en el día, excepto yo, a quien la radiante belleza no pudo conmover, porque tú, más maravillosa, estabas muy lejos, y yo estaba ciego, hambriento de tu amor.
traducción: HM