Autor: Máximo Redondo
El presidente kenyata William Ruto, propuso un ajuste en el gasto público mucho más “monumental” que el del argentino Milei –amenazando su presuntuosa hegemonía en este terreno-, y está pidiendo desesperadamente préstamos a todo el continente y el mundo para cubrir un agujero fiscal en su presupuesto de 3 billones de dólares, ocasionado por la derogación de la ley con la que había subido los impuestos y tarifas de los servicios públicos, despertando furiosas protestas en todo el país.
Al menos 40 personas murieron en los choques de los manifestantes con la policía (todos menores de 24 años), que no pudo impedir que invadieran el Parlamento. Ruto tuvo que desguazar la ley ante la dimensión de los estragos que ocasionaron los ciudadanos más enojados con la normativa gubernamental que los hundía en la pobreza o indigencia, de modo idéntico a lo que está ocurriendo del otro lado del océano Atlántico, en Argentina.
Ruto utilizó la cadena nacional para explicar el recorte de gastos que se dispone a hacer en el presupuesto del año fiscal, argumentando que el FMI lo ha puesto entre la espada y la pared para entregarle el dinero prometido, en medio de una escalada inflacionaria combinada con una depresión económica desoladora. Podría decirse que el panorama de la nación africana es idéntico al de la sudamericana.
Los analistas dijeron que la ley abortada por la protesta popular alejará a Kenya de cumplir sus metas con el FMI, y que agudiza su necesidad de fondos y ayuda humanitaria. Para colmo de males, luego de la cadena nacional, Ruto recibió un llamado del jefe de policía que envió a Haití para anunciarle que las pandillas locales ya mataron a varios soldados kenyatas, y que la situación estaba “incontrolable” para ellos.
El presupuesto que envió Ruto al Parlamento contempla una caída del PBI de 4.6% en 2024, y un porcentaje aún peor para 2025. Las medidas de austeridad incluyen la disolución de 47 empresas estatales, una reducción del 50% de la plantilla de empleados estatales, la suspensión de todo gasto superfluo o de etiqueta que le pueda ocurrir a los funcionarios públicos, incluida la propia esposa del presidente (como si acá le cortaran el chorro al “jefe” Karina Milei).
En una frase absolutamente mileísta por su grado de cualquiercosismo y chantada, Ruto dijo: “Creo que estos cambios pondrán a nuestro país en una trayectoria de transformación económica”. También anunció que auditará la deuda externa del país, que supera con creces el 100% de su PBI, y que se vienen más medidas de ajuste y austeridad.
Luego de su discurso, Ruto se involucró en un foro juvenil de X, donde afrontó varios cuestionamientos a sus políticas económicas, la brutalidad policial y la corrupción de su gobierno. Osama Otero, activista social, le recriminó que unos agentes parapoliciales lo secuestraron, lo torturaron e interrogaron antes de simular que lo iban a matar de un tiro en la cabeza. Simplemente le preguntó al presidente: “Señor Ruto, ¿estamos en un estado terrorista?”
Ruto, quien ya ha negado su implicación en cientos de desapariciones forzadas en sus dos años de mandato, le pidió perdón a Otero y dijo que se ocupará personalmente de su caso.
A pesar de sus nuevas propuestas, las protestas no han disminuido en toda la nación, y ahora los manifestantes reclaman directamente la renuncia de Ruto, si no quiere que las cosas se pongan peores. De hecho, algunas organizaciones y partidos opositores están repensando su estrategia, pues las protestas se han visto desacreditadas por vándalos e infiltrados que van a hacer kilombo a propósito, sirviendo sus acciones a los intereses de los mandamases del establishment. Como se puede apreciar, el escenario es semejante al de aquí, por ello nuestro profundo interés en apreciar qué hechos desencadenará esta crisis del país africano, cuyas ínfulas de poner orden en Haití se verán también pronto defraudadas.