Autor: Alvaro Correa
No tiene nada que ver con la identidad o el ser nacional. De argentinidad jamás tuvo el menor sentimiento. Su relativismo moral y posturas anti-estatales sólo reflejan la miseria de su alma humana. Es un auténtico producto de las redes y la TV basura, una inmundicia que se regodea en el poder sádico de la plutocracia de Sillicon Valley, como única salida al estado de descomposición del mundo.
Lo único que hizo como presidente en los seis meses a cargo del gobierno fue viajar al exterior a recibir medallas por ser estrella de una “ultraderecha” global que envilece los tiempos modernos. Comenzó por un premio lumínico de una secta judía que bancó su campaña presidencial, que a los pocos días fue objeto de una razzia acusada de pedofilia y distintos crímenes fiscales.
Acá estamos ante un caso de estrago doloso mezclado con traición a la patria, una situación en la que un mesiánico megalómano que vive en una irrealidad absoluta es puesto a cargo del Poder Ejecutivo: no tiene gracia y es extremadamente grave. La disolución y vaciamiento de Argentina se está perpetrando por unos bárbaros delincuentes de cuello blanco, encaramados también en puestos clave, como en la Corte Suprema de Justicia de la Nación o en la dirigencia de la CGT.
Lo que está pasando, como se dice vulgarmente, “no tiene gollete”. ¿Y qué es el gollete? Es la parte que une la garganta con la cabeza. Con esta frase se quiere decir de una cosa que no tiene sentido, que no es racional ni pragmática, que se trata de los delirios de un provocador profesional que goza diciendo “lugares comunes” y guarangadas que caen maravillosamente a las clases iletradas.
Pero hay siempre aspectos o cuestiones más atroces en el personaje que estamos pintando, grados de perversidad o de cretinismo inexplorados que reflejan el nivel de deshumanización y degradación al que pueden llegar personas abducidas por los frenéticos placeres que se conceden las clases poderosas, la famosa “casta” que Milei venía a aniquilar, y con la cual hoy se regodea en fiestas negras donde practican el necro-narco capitalismo, que quieren institucionalizar a través de su Ley Pasta Bases.
Esto se va a concretar en la semana que comienza en Argentina, se van a acatar los mandatos de nuestro Moisés caligulesco, se lo va a mimar desde la prensa adicta que siempre festeja cuando al país lo gobierna una dictadura payasesca. Su imbecilidad se ve entonces reflejada más que nunca en una dirigencia trollera que sólo sabe azuzar comunistas, imbuidos de una melancolía absurda por los crímenes de la Triple A o el Klu-klux-klan. Ellos son modernos y adaptan permanentemente sus métodos de tortura y lawfare con la Inteligencia Artificial que lanzaron a los mercados los héroes de Wall-Street.
La avidez y avaricia de los ruines adalides del desastre apestan. Hasta se atreven a seguir ceremonias solemnes como si estuvieran haciéndole bien a los argentinos, no quieren que se aviven de algo que ya ha penetrado en millones de hogares perjudicados. Ahora hay hiperestanflación más recesión devenida en depresión más aumentos pavorosos de la indigencia y la desocupación. Es un gobierno que prefiere que se pudran los alimentos a repartirlos para mermar los índices de hambre, o que se mueran las personas que ya no pueden afrontar el pago de medicamentos o drogas que extenderían sus sufridas vidas. Sus políticas anarco-libertarias-capitalistas hasta el momento han sido tan malignas como criminales.