Autor: Rupert Brooke
¡Sí, desde cielos tranquilos a través de mi ventana mi Señor, el Sol! Y mis ojos se deslumbraron y emborracharon con el oro brumoso, la gloria dorada que se hundía y me coronaba se movía y balanceaba por la habitación… A mi alrededor, a izquierda y derecha, figuras encorvadas y viejas, tontos de ojos apagados garabateaban, crecieron justo, me rodearon y aureolaron de luz sagrada. Llama encendida sobre su pelo, y sus ojos ardientes se pusieron jóvenes y sabios, cada uno como un Dios, o Rey de reyes, de túnica blanca y brillante (aún todos garabateando), y un tumultuoso murmullo de alas creció a través del salón, y yo conocía el blanco Fuego inmortal, y a través de los portales abiertos, giro sobre giro, arcángeles y ángeles, adorando, inclinándose, y un rostro sin sombra… Hasta que la luz se desvaneció, y no eran sino tontos nuevamente, tontos ignorando, todavía garabateando, de ojos apagados y estólidos inmortales.
traducción: HM