Autor: Brooke, Rupert
(Detenidos alrededor del fuego por la noche, luego de ponerse la luna, ellos cantan esto bajo los árboles.)
¿Qué luz de cielos no recordados has reasumido dentro de nuestros ojos, tú a quien buscamos, a quien encontraremos?… Un cierto aroma en el viento, tu rostro oculto más allá del oeste, estas cosas nos han llamado, en una búsqueda más vieja que cualquier camino por donde anduvimos, más infinita que el deseo… Lejos Dios, suspira con tu cruel voz, ¡que llena el alma con anhelo de colinas tenues y débiles horizontes! Porque allí vienen momentos grises de la vieja tonta enfermedad de viajar, cuando ninguna canción nos puede animar, pero el camino parece largo, y uno recuerda… ¡Ah, el ritmo de pies cansados que no retornan y canciones de peregrinos que no retornarán!… Los fuegos que dejamos están siempre ardiendo sobre los viejos santuarios de casa. Nuestros parientes les han construido templos, y allí dentro rezan a los dioses que conocemos, y viven en pequeñas casas adorables, siendo felices (¡nosotros recordamos cómo!) y pacíficos incluso hasta la muerte… Oh, tú, Dios de todo vagabundeo largamente deseado, nuestros corazones están enfermos de tanta casa infructuosa, y llorando tras un deseo perdido. ¡Animo y adelante!, mientras con fuego consumimos fuegos de otra felicidad. Lo mejor que diste, dando esta cosa suficiente para viajar aún sobre el llano, más allá de la colina, sin hesitar a través de la sombra, en medio del silencio intrépidos, hasta que, en un giro repentino, uno ve contra los árboles negros y murmuradores, tu altar, maravillosamente blanco, entre los bosques de la Noche.
traducción: HM