Autor: Brooke, Rupert

Voces que gritaron desde la sombra, un largo mediodía en los cálidos y calmos lugares, y niños juegan junto al pasillo, y ojos campesinos, y rostros tranquilos, todos estos rodean mis firmes pasos.
Aquellos a quienes podía amar se fueron junto a mí, frescos hogares con jardín durmieron al sol, yo escucho el susurro del agua acercarse, vi manos que hicieron señas, brillaron, se fueron en el verde y dorado, y yo seguí.
Porque si mis pasos que hacen eco durmieran, pronto habría un lejano susurro de un pequeño y solitario viento que se arrastrará de árbol en árbol, y distantemente me seguirá, me perseguirá…

Pero el vaporoso y azul final del día trajo paz, y la persecución se amortiguó bastante, donde entre bosques de pinos se sumergía el camino. Yo giré, me deslicé adentro y fuera de la visión. Yo pisé tan calmo como la noche.
Los pinos se mantuvieron en perpetuo silencio, y en los arbustos el viento jamás se arremolinó. Yo encontré un humilde arbusto florecido, me incliné, me deslicé adentro, suspiré y me curvé, oculto en descanso de todo el mundo.
¡Seguro! ¡Estaba seguro, y contento, lo sabía! Todavía –con corazón frío y cejas frías y húmedas me acuesto-. Y la oscuridad cae… Alli creció hacia mi un sonido de ramas sacudidas, y cesó, sobre mi intrincada morada, y silencio, silencio, el silencio me encontró… Yo sentí el inquebrantable movimiento arrastrarse entre las hojas. Ellos derramaron a mi alrededor calmas nubes de perfume, que yo lloré, y acaricié mi rostro. Me quedé dormido.

traducción: HM

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