El gobierno de Milei tuvo superávit fecal

Autor: Alvaro Correa

Enorme, abrumador, salvaje, terrible la pericia combinada de Milei y Caputo para lograr un superávit fecal inolvidable en la Argentina libertaria. El pueblo lumpen y antiperonista ahora puede disfrutar y reírse del brutal aumento de la pobreza, de la escalada impresionante de la inflación, de la caída estrepitosa del poder adquisitivo de los salarios, mientras el presidente caligulesco y su cohorte de idiotas, trolls y periodistas “ensobrados” festejan sus caprichos y bravuconadas.

Cagada tras cagada se fue mandando el gobierno fecal mileísta. La inmundicia se derramó en todos los estratos sociales. El recorte y asfixia del mediano empresario alela los sentidos. Hasta en los supermercados chinos hacen las cuentas deprimidos y angustiados. Pero ellos presentan balances superavitarios, afirman que el FMI los apoya y que como estrella de la ultraderecha global la oligarquía argentina lo alaba a pesar de su repulsiva veta judaica. Y es que ésta condensa toda la mierda implícita en el plan de gobierno, que es un plan de negocios a gusto de Elon Musk y Techint.

Pero su admiración del genocida Netanyahu y su cipayismo nauseabundo son las principales líneas hoy de la política exterior argentina, lo que está conduciendo a las relaciones anales con Estados Unidos. No se podía tratar de otra cosa cuando estamos ante un proyecto de país escatológico, más cínico y criminal que el del gobierno de Ecuador. Aquí les pegan a ancianos, mujeres y niños, todos hambreados, con Bullrich y Petri a la cabeza, disfrazados de militares israelíes. El lema “no hay plata” prevalece para responder a cualquier reclamo de justicia o reparación.

El lombrosiano Caputo, con su irrefutable rostro de tránsfuga fascineroso, domina el campo económico consultando con el verdadero jefe, Mauricio Macri, qué hacer ante cualquier circunstancia crucial. Sabedor que la Corte Suprema y el Congreso están subsumidos por la agenda que imponen en X los comunicadores del gobierno, comprados para mantener un silencio cómplice ante la inconstitucional gestión llevada a cabo, odiadora del Estado y amante de la propiedad privada (de los oligarcas que lo bancan, como el rabino y el empresario Elztain que confían ciegamente en su servilismo rufianesco), el ministro hace y deshace tranquilo recortes y ajustes antojadizos, saqueos y negociados horripilantes que destruyen todo lo noble y sustancial que ha tenido Argentina.

Ignorancia, estupidez, cretinismo, simple bobería o vulgaridad, el estilo de gobierno mileísta puede adquirir varias formas y sustentarse en diversas motivaciones. Insistimos en que el peor rasgo de su administración es su devoción por el estado de Israel y sus vergonzantes declaraciones ante los hechos desgraciados de la política internacional, sus estólidos alineamientos siempre con el más cruel o hijo de puta que pueda concebir la imaginación humana. Su hediondo derrotero va de la diarrea líquida al cagajón más duro que una piedra. Sus intestinos funcionan firmemente aplacados por su dieta de clonazepam. Así se despliega la dinámica operativa de un gobierno tan cagador como antimarrón.

En este momento hay una situación de violencia represiva, alimentaria, de dolor psicológico, siembra de terror, aplausos para la motosierra, la licuadora y las armas del energumenismo desatado. La cara de risa ancha se asoma detrás de sus lentes de plagiario rebozado. Sus referencias a la escuela austríaca de académico frustrado espantan al epistemólogo menos avezado. Su cachondeo concluido con la cómica Fátima Florez lo tienen abocado a aumentar la destrucción, el sufrimiento y el daño de su libreto del carajo, de sus políticas públicas del “sálvese quien pueda” o “que se muera el que se tiene que morir”.

Acá estamos a tono con los tiempos apocalípticos mundiales. La catástrofe irreversible que significan estos cuatro meses de mileísmo conducen con urgencia al baño. Ya no se trata de salidas por el culo sino de arrojar todo, trabajar incesantemente para que la pesadilla se acabe, yendo a buscarlo con un machete a la Casa Rosada, como hizo el héroe incognoscible que fue atrapado por los patovicas de Olivos, evento que ocultaron los servicios de inteligencia supervisados por el ministro de justicia Cúneo Libarona, asesorado por el Mosad.

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