Autor: Alvaro Correa
Hace exactamente 11 años, la lideresa Berta Cáceres encabezó un bloqueo en Río Blanco para detener a los camiones que llevaban materiales de construcción a la represa hidroeléctrica de Agua Zarca. Eso marcó el inicio de una firme campaña del pueblo lenca contra la compañía DESA (Desarrollos Energéticos) de Honduras.
Más de una década después, sólo alambre de púa oxidado y vallas podridas permanecen en el sitio de construcción. Un container que le servía a Desa como oficina central es usado coomm depósito de maíz. Luego de que se retiraran los fondos de inversión, la compañía fue forzada a detener sus operaciones en 2018.
Pero la victoria de los activistas dejó un sabor amargo. En La Esperanza y la capital Tegucigalpa el 1 de abril se reúnen los compañeros para recordar la lucha de Cáceres, asesinada en 2016 a sus 44 años. La demostración honró a todas las víctimas, asesinados en Honduras por ser ambientalistas y proteger el Abya Yala. De hecho, Honduras continúa siendo, aún con una presidenta de izquierda, el país más peligroso para los defensores de la naturaleza.
Desde el crimen de Cáceres, por el cual tres empleados de Desa, incluido su ex presidente Roberto David Castillo, han sido condenados, más de 70 activistas de la pacha mama fueron salvaje y cobardemente asesinados. Y es que Honduras ostenta un penoso record en esta materia. Toby Hill, investigador de la ONG Global Witness nos dijo: “La impunidad es un asco en Honduras, que presenta una gran debilidad institucional debido a las mafias enquistadas en el poder judicial, que protegen a las oligarquías y criminales de cuello blanco, como el desdichado ex presidente JOH, que tuvo que ser castigado por el sistema judicial estadounidense que tanto lo bancó… En su caso, ‘he was our son of a bitch’”.
La hija de Cáceres, Bertha Zúñiga Cáceres, de 33 años, sufrió violencia de primera mano, como coordinadora de la COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras) ha recibido amenazas de muerte y le han armado campañas sucias para deslegitimar a su glorioso movimiento.
“Mi vida consiste en tomar diferentes precauciones. Siempre me tengo que proteger a donde vaya y rondar en un auto blindado” nos contó Zúñiga.
Con más del 90% de los ataques a defensores de derechos humanos en absoluta impunidad, las historias de amenazas y asaltos son comunes entre los lencas. María Santos Domínguez, veterana lideresa, reveló que un día, volviendo del campo, un grupo de paramilitares la rodeó, le cortaron un dedo con un machete y le avisaron que dejara de participar en las protestas.
Lucio Sánchez, otro anciano líder de la comunidad de Río Blanco, al suroeste de Intibucá, cuenta que antaño era un lugar pacífico. Las familias trabajaban juntas en intensas actividades agroganaderas. Desde 2013 las cosas cambiaron. La cancelación del proyecto de Agua Zarca divide las opiniones: mientras algunas disfrutan de la escasa biodiversidad que les queda, otros preferirían las ventajas del progreso, como la electricidad, caminos y empleos. Sánchez reflexiona un rato y luego farfulla con voz ronca: “La compañía se fue, pero nuestro principal desafío es la división que hay en la comunidad. Vamos a necesitar mucho tiempo para sanar nuestras heridas. Muchas familias se pelearon y se dejaron de hablar… Parece algo maquiavlélico lo que aconteció”
Amos Sánchez, joven de 20, fue testigo de estas disputas. El y sus primos más pequeños no quieren que resurge el proyecto de Agua Zarca. Con su padre, Santos Sánchez, de 60, cosecha maíz en un campo que le pertenecía a la empresa. “Hemos aprendido a pararnos en nuestra tierra y luchar. Cuando nuestros padres envejezcan seguiremos nosotros. Reclamamos lo que es nuestro y estamos preparados, ellos pueden volver a intentar despojarnos, han asesinado a Berta los malditos” –sentencia el joven Sánchez.
A pesar de todas las amenazas recibidas por la comunidad, el caso de Cáceres le dio cierta justicia a los lenca. Los fiscales hondureños dicen que han reunido evidencia que muestra el ataque, autos con vidrios polarizados y sin matrícula persiguiendo a indefensos lencas e informantes que dieron detalles del crimen.
De acuerdo al grupo de expertos GAIPE (International Advisory Group of Experts), el crimen de Cáceres fue planeado y ejecutado por los líderes de Desa. A través de conversaciones telefónicas y de whatsapp se puede rastrear el desplazamiento de este grupo a la casa de Cáceres la noche en que fue brutalmente asesinada y Gustavo castro, gravemente herido.
Hay una serie de mensajes y audios que comprometen directamente al jefe financiero de la Desa, Daniel Atala Midence, un miembro del poderoso clan Atala Zablah, de los plutócratas más encumbrados de la nación. Ellos poseen dos de los tres bancos más grandes, el club de fútbol Motagua y varios negocios de nicho.
Atala Midence está acusado de haber lavado dinero con la operación fallida de Agua Zarca. Actualmente, Atala se encuentra prófugo, tras una orden de arresto impartida a fines del año pasado, procurando evadir la sentencia de 22 años que ya le cayó a su superior Castillo. Hasta que Atala no sea encontrado el caso no va a avanzar. De cualquier modo, la orden de arresto fue un paso adelante en el proceso por verdad, justicia y memoria.
Nos comunicamos con Camilo Bermúdez, vocero del COPINH: “Tenemos un montón de evidencias que los jueces no pueden ignorar. Ya hemos iniciado una causa penal contra Daniel Atala. Creemos que está escondido en El Salvador, protegido por el dictador Bukele”.
Xiomara Castro ha avanzado contra las empresas mafiosas que asesinan militantes pero no ha podido evitar la enorme cantidad de casos impunes. Se le ha quitado capacidad al estado para intervenir y proteger a las comunidades indígenas. Entonces habrá encontronazos violentos porque los indios tienen su orgullo y sus razones para combatir al neoliberalismo, el neocolonialismo y el neoimperialismo.
Sin embargo, el troleo, el acoso y la difamación en Internet y redes sociales, continúan siendo feroces y macabros para la hija de Berta, a quien acusan de picapleitos y oportunista, entre los epítetos más suaves y reproducibles.