Autor: Rupert Brooke
He observado la pena del cielo del atardecer, y olido el mar, y la tierra, y el cálido trébol, y escuchado las olas, y el llanto burlón de la gaviota.
Y en ellos todo era solo el viejo grito, aquella canción que ellos siempre cantan –“¡Lo mejor terminó! Debes recordar ahora, y pensar, y suspirar, ¡oh, tonto amante!» Y yo estaba cansado y enfermo de que todo hubiese terminado, y porque yo, para todo pensamiento, nunca podría recuperar un momento de las buenas horas que habían terminado. Y yo estaba apenado y enfermo, y deseé morir.
Entonces desde el triste oeste girando cansadamente, vi los pinos contra el blanco cielo del norte, muy hermosos, y tranquilos, e inclinándose sobre sus agudas cabezas negras contra un cielo tranquilo. Y había paz en ellos, y yo estaba feliz, y olvidé jugar al amante, y reí, y ya no deseé morir, estando contento de ti, ¡oh, pinos y el cielo!
traducción: HM