Autor: Charles Berizier
Estados Unidos informó que ha comenzado a evacuar al personal de su embajada de Haití ayer de madrugada, luego de que cientos de pandilleros armados irrumpieron en la zona verde de la capital Puerto Príncipe, donde se aposentan la mayoría de las delegaciones extranjeras. Los pandilleros comenzaron su ofensiva para derribar el gobierno hace dos semanas, cuando asaltaron prisiones, comisarías y hospitales al unísono, sitiando locaciones estratégicos como el puerto y el aeropuerto más ajetreados del país.
El primer ministro, Ariel Henry, que estaba en Kenia cuando la rebelión comenzó, se encuentra varado en Puerto Rico, junto a un diplomático estadounidense que informó que su gobierno se ha vuelto tan impopular que puede caer “en cualquier momento”.
La insurrección llegó a su clímax la semana pasada cuando los bandoleros convergieron en Champ de Mars, una zona de Puerto Príncipe plagada de bancos, hoteles y ministerios, rodeando incluso la residencia presidencial y la corte suprema. Los pandilleros prendieron fuego al ministerio del interior que había sido reconstruido luego del terremoto de 2010, antes de ser repelidos por tropas mixtas que aún son fieles a un gobierno cada vez más nebuloso.
“Si cae Champ de Mars… es el fin” advirtió un policía a la agencia web local AyiboPost. El diario Le Nouvelliste dijo que las bandas lanzaron una “operación sistemática” para dirigir a toda la policía al corazón de Puerto Príncipe, y pusieron en combate a la totalidad de efectivos en tiroteos y balaceras que aún persisten en encarnizadas batallas.
Lionel Lazarre, jefe de policía local, reveló que muchos colegas se encuentran a punto de ser ejecutados por los bandoleros. Ante este panorama anárquico y caótico, Estados Unidos fue el primero en organizar la retirada, seguido por sus cipayos de siempre. En efecto, el Departamento de Estado planificó su rescate en sofisticados helicópteros que se desplazaron hasta República Dominicana.
El relato de fuentes occidentales tiende a criminalizar y estereotipar a los pandilleros como criminales desalmados que viven del secuestro, el narcotráfico y la extorsión, y que ellos dominan el 80% del territorio de la capital, sin hacerse cargo de los desastres y maldiciones ocasionados por la impericia de la ONU, las ONGs y las fuerzas represivas guiadas por Estados Unidos, que parece generaron más rechazo en la población que los líderes pandilleros.
Daniel Foote, último embajador estadounidense en Haití, predijo que las pandillas se calmarían si se satisface su demanda de que Henry renuncie. Sin embargo, todavía cree que es necesaria una intervención internacional para restablecer el orden, que sólo requiere 10.000 policías bien entrenados bajo la conducción de un país experimentado en estos entuertos, como el propio, Reino Unido, Francia o Canadá. Aseguró que el actual plan que desplegó 2.000 soldados kenyatas resulta penosamente insuficiente. “Están en una misión suicida, en el peor de los casos, y será un desperdicio de dinero, en el mejor” –aseveró el funcionario yanqui.
Mientras la violencia se intensificaba el fin de semana varios candidatos se posicionan para suceder a Henry, presentándose incluso el líder autoritario de El Salvador, Nayib Bukele, como eventual salvador –no valga la verbigracia- de la ultrajada nación caribeña. Su antecedente es haber encarcelado al 10% de la población masculina de entre 18 y 30 años para alcanzar el primer puesto mundial en tasa de encarcelamiento y ganarse la admiración de líderes ultraderechistas y fanáticos del punitivismo y la tolerancia cero en toda la región, y ser junto a Milei los nuevos “niños mimados” de Trump.
“Podemos arreglarlo” tuiteó Bukele en respuesta a un bloguero haitiano que simpatiza con su causa. “Pero necesitaremos una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, el consentimiento del gobierno de Haití y todos los gastos que demande la labor de nuestros agentes policiales y penitenciarios”.
Líderes caribeños se juntarán mañana en Jamaica para discutir la crisis. La semana pasada, el presidente de Caricom, el guyano Mohamed Irfaan Ali, dijo que están decididos a ayudar a los haitianos a hallar una solución política al conflicto. “El hecho de que en lo que va del año hayan muerto más personas en Haití que en Ucrania debería llamar la atención de la comunidad internacional para que haga algo de inmediato”.
Por su parte, los pandilleros se envalentonan y sueñan de verdad con un Haití libre y soberano, siendo sus gritos de guerra “muerte al imperialismo y el capitalismo salvaje”, “fuera gringos” y “¡váyanse al carajo, yanquis de mierda!” (contando también con sus respectivas versiones francesas.