Autor: Rupert Brook
Ahora, agradecido sea Dios, quien nos observó con su hora, y captó nuestra juventud, y nos despertó del sueño, con mano segura, ojos claros, y afilado poder, para girar como nadadores saltando en la limpieza, agradecido de un mundo avejentado, frío y cansado, deja que los corazones enfermos que honran no se muevan, y la mitad de los hombres, en sus canciones sucias y funestas, ¡y todo el pequeño vacío del amor!
¡Oh! Nosotros, que hemos conocido la vergüenza, hemos encontrado liberación allí, donde no hay enfermedad ni dolor sólo el sueño tiene remedio, nada roto excepto este cuerpo, perdido pero respira, nada que sacuda la larga paz del corazón risueño allí excepto solo agonía, y esto tiene fin, y el peor amigo y enemigo no es sino la muerte.
traducción: HM