Autor: Rupert Brooke
Pescado (repleto de mosca, en las profundidades de junio, perdiendo el tiempo en su mediodía acuático) reflexiona con profunda sabiduría, oscuro o claro, cada secreta esperanza o temor de pescado. El pescado dice, ¿ellos tienen su corriente y laguna, pero hay algo más allá? Esta vida no puede ser toda, juran ellos, ¡pero qué desagradable, si lo fuera! Uno puede no dudar que, de algún modo, el bien vendrá del agua y el barro, y, seguro, el ojo reverente debe ver un propósito en la liquidez. Oscuramente sabemos, por la fe lloramos, el futuro no es enteramente seco. ¡Barro sobre barro! Remolinos de muerte cerca, ¡no aquí el final señalado, no aquí!, sino en algún lugar, más allá del espacio y el tiempo. ¡Es agua más acuosa, fango más fangoso! Y allí (ellos confían), allí nadó aquel que nadaba antes de que nacieran los ríos, de forma y mente de pescado, escamoso, onmipotente, y amable, y bajo aquella todopoderosa aleta, podría caber el pez más pequeño. ¡Oh! Nunca la mosca oculta un rincón, dice el pescado, en el arroyo eterno, sino más que malezas mundanas hay allí, y barro, celestialmente lindas, gordas orugas a la deriva, y se encuentras larvas paradisíacas, polillas inmarcesibles, moscas inmortales, y el gusano que jamas muere. Y en aquel paraíso de todo su deseo, allí no habrá más tierra, dice el pescado.
traducción: HM